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Como una vieja canción de los Stones...


De golpe caigo en la cuenta que prefiero  las plazas a los bares. Aunque esto lo esté escribiendo sentado en el Starbucks de Parque Rivadavia. Afuera llueve. Mucho. Tengo excusa. Estoy justificado.
Prefiero el colectivo, o el tren, al subte. Y juro que no es un boicot post-paro. Casi nunca lo tomo. No tienen nada que ver las peleas entre Macri, metro delegados e insoportables K, que insisten en convertir esto en un espantoso Boca-River.
Simplemente me cansé de viajar en ese gusano de metal. De estar bajo tierra. Escondido. Antes lo disfrutaba. Era mi único medio de transporte. Pero miro el almanaque y veo que pasaron mas de 10 años de aquellos tiempos, que cambiaron mis gustos, que por suerte cambié yo.
Hoy me gusta ver mi cara de turista observando Buenos Aires.
Me gusta sentarme del lado de la ventanilla y espiar las avenidas, reconocer nombres de calles y pensar “Ah, acá era?”. Nombre de negocios que solo conocía por la tele, y hasta caminar por Pasaje Gelly 3378 y pensar las veces que mande cartas a esa dirección del, ya desaparecido, edificio de canal 9 Libertad. Sí, el de la Palomita…
Mientras viajo veo las caras de mis compañeros de viaje. Están cansados, aburridos, lleno de rutina, casi derrotados. Y yo parezco un nene de 10 años que hace su primer viaje en tren como aquella vez a Pedro Luro hace mas de 20 años.
Me gusta lo que veo. Me gusta verme así. Ese poder tiene esta ciudad sobre mí…
Y de golpe caigo en la cuenta que se acerca el 27/9 y pesa. Será que son los últimos días de estos 33 años. Será que que me resultan pesados los números en mi DNI. Será que siempre leí que Cristo y Evita, mas allá de religiones e ideas políticas, llegaron hasta ese edad y dijeron basta. Será que como un idiota me intento comparar y veo que ellos hicieron tanto en ese tiempo y yo… yo solo, y sólo, estoy escribiendo esto en un café mientras me escapo de la lluvia.
O quizás será que es la edad que tenías cuando me di cuenta que ya no quería nada mas que tus días. Solo eso. Y que fue justo en el momento que vos empezabas a querer exactamente lo contrario…
Dejo el café. Prendo un cigarrillo y me voy bajo la lluvia. La vida sigue. O casi. Amarillos los dedos, gris el pulmón.

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