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GPS

Creo que nunca me voy a cansar de hablar de mis desencuentros. Del ir a contramano, como por una autovĆ­a pero sin una rotonda cerca. Sin la posibilidad de frenar, retomar el camino, y respirar…

El “re calculando” del GPS un tĆ©rmino que escucho seguido pero siempre viene acompaƱada del inquietante “Cuidado! EstĆ” entrando en una zona peligrosa”.
Claro que mis decisiones tampoco ayudan. Siempre elijo puntos de encuentros complicados, lleno de calles que comienzan como paralelas y terminan perpendiculares, o rutas a las cuales la Ćŗnica forma de llegar es atravesando un camino de ripio al que temerĆ­an hasta los hermanos Patronelli.
Y asĆ­ fue que me propuse encontrarme con alguien en pleno Parque Centenario de Buenos Aires. MisiĆ³n imposible. Absolutamente imposible. Una calle que rodea toda la “plaza” la cual se cruza con la misma calle dos veces, lo cual rompe con el “en tal esquina” porque hay dos y estĆ”n lejanas una de otras.
Tampoco es vĆ”lido el “en los puestos de revistas” porque hay muchos y se desparraman en toda su circunferencia.
Al lado del lago no sirve tampoco. El lago es largo, y si el encuentro es nocturno estĆ” rodeado de rejas que no te dejan pasar.
La puerta de reja no es un buen lugar. Hay varias puertas y con el frio de estas noches es incomodo elegir una al azar y esperar a que la fortuna cumpla con su parte.
La puerta del Museo de Ciencias Naturales surgiĆ³ como una gran opciĆ³n. El tema es que en plena espera descubrimos que hay dos escaleras para entrar y, obviamente, nos quedamos uno en cada una.
Definitivamente los encuentros, el mismo camino, el mismo lugar, el punto en comĆŗn en el momento preciso, no es mi fuerte. Al leer estas lĆ­neas veo que tampoco es el tuyo.
Mi cabeza, la misma que no sabe parar, la que corre y corre, y nos lleva varias vueltas de ventaja, sigue buscando la forma de que nuestros encuentros sean un poco mĆ”s normales y naturales. QuizĆ”s no hay una fĆ³rmula. QuizĆ”s es algo que solamente sucede. No puedo dejar de pensar las veces que quise encontrar a alguien pero siempre estĆ” esa maldita sensaciĆ³n de que Ć©sto es de a dos y cuando uno no quiere…
El problema es que este nuevo ejemplo de martes o jueves a la noche tampoco parece funcionar. Tenemos al menos la certeza de que es de a dos pero ni siquiera asĆ­. Ni siquiera asĆ­.
Hace muchos aƱos me dieron el sabio consejo de convertirme en un “cabeza dura bien”. Creo que lo soy. Creo que mis viajes, mis intentos, mis apuestas con ojos cerrados, dicen que definitivamente lo soy. Los aƱos me han convertido en eso. Y quizĆ”s por esto sĆ© que el prĆ³ximo martes estarĆ© allĆ­, caminando en cĆ­rculos buscando tu rastro. Y quizĆ”s tu trabajo, y ¿tambiĆ©n ganas?, hagan que estĆ©s ahĆ­, caminando en cĆ­rculo, dejando un breve rastro cual “Hansel y Gretel”.
Por mi parte el prĆ³ximo fin de semana tengo uno de esos encuentros a los cuales no quiero faltar. Uno de esos momentos que necesito encontrar. No importa la distancia, no importa el miedo, el tiempo, las calles. Necesito lograr ese encuentro que lleva una demora de muchos aƱos y que alguien tiene ganas de permitirme llegar a ese estado. Treinta y dos aƱos despuĆ©s llegĆ³ el momento de prender el GPS, escuchar el re calculando, y doblar en la prĆ³xima rotando. Es tiempo de confiar en esa voz “gallego” que indica el camino correcto.

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