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Un días más...

En esta noche de domingo me veo nuevamente en una plaza. Siento que le hago un guiño burlón a mi ex psicóloga de Mar del Plata. Ella siempre me decía “tu libro se tiene que llamar ´Plazas y Terminales´ porque todo te pasa o lo sentís en esos lugares. Son tuyos”. Así que acá estoy. Esta vez en Yerbal y Rojas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires aunque creo, sin estar seguro, que estoy estrenando banco. Apostaría que nunca me senté en este lugar.
Hace un rato decidí salir de casa. Dejar el departamento para despejarme. Buscar “no pensar” aunque eso no me pasa casi nunca. Me mentí. Tendría que haber sospechado cuando antes de salir agarré mi cuaderno de notas y este marcador negro que mancha o decora sus hojas. Quizás el salir de esos metros cuadrados era la excusa para saciar mis ganas de escribir. Éste es uno de los pocos ítems en los cuales me puedo satisfacer y debería estar permitido darme estos pequeños gustos. Algo así como seguir buscando un tonto alivio. Intentar dejar de mirar mi teléfono. Entender que por mas que lo ojee no va a sonar. O que si lo hace el mirarlo no será justamente la causa que lo provoque.
Me vine a este lugar con mis Jeans gastados. Sweater a rayas que obviamente eligieron por mí. Zapatillas no deportivas por consejo de Laura (AMIGA y ex compañera de laburo). Y mientras escribo frente a un tacho de basura y un viejo árbol, que vaya a saber uno que fruto extraño tiene, me doy cuenta que en dos hojas de este cuadernito puse dos veces la palabra “ex”. Símbolo innegable de pasado. De algo que estuvo y no está. Y mientras un señor pasa con la camisa colgando desprolijamente fuera del pantalón, maldigo mi maldita costumbre de mirar hacia atrás y pertenecer a un estúpido, y errado, club de todo tiempo pasado fue mejor.
Quizás algún día vea que todo tiempo pasado fue pasado. Incluso hasta aceptaría un quejoso “pisoteado”. En fin, que “fue” y hay que dejarlo ir. Sin embargo en noches como estas reflota lo peor de mí. Algo así como esa frase de canción que dice “el tipo que detesto no se va”. Sigo conviviendo y penando con mis pesadas noches de viernes, Sábados, Domingos y Feriados a la noche.
Entonces decidí salir de casa. Salí del edificio. Levante la vista por primera vez en estas 24hs. Veo el mismo estacionamiento de siempre. Viejos balcones donde habitan dos perros en el primero y un bebe en el segundo. Una cochera, algo así como una terminal, de la línea 136; al lado un edificio que según me contaron no ama precisamente su cotidiano movimiento diurno y nocturno. Sin embargo a esta hora de la noche, casi Lunes, Caballito parece intentar dormir en paz. Me lo imagino como un señor con barba blanca. Camiseta, obviamente, color verde. Viejos posters de Gribuol y el Beto Mársico pegados en el pasillo que va desde el baño a la habitación. Gorrito con pompón haciendo juego con el resto de la vestimenta. Pantuflas forradas con la tela mas suave del mundo. Cama de una plaza. Dos Almohadas. Tos de pucho de 20 y pico de años de fumador. Y su Radio AM, bien fuerte, apoyada en la mesa de luz. Así, como todo un personaje, buscando dormir y enterrar un domingo movido. Es que hoy no fue un día mas por estos lados. La calle se nos llenó de Policías, Ambulancias, Humo y dos Autobombas del cuartel de Caballito. Parece que por un tiempito ya no podremos pedir comida en “Pollo Trak” de calle Parral. Parece que el presente sumó un nuevo sabor al paladar de los recuerdos. El presente escribió con tinta china una nueva hoja en el pasado y los recuerdos. A “falta” de nostalgia ahora me toca añorar el sabor del pollo a la parrilla; También supongo que en la estación Primera Junta del subte A alguien dijo “basta para mí” y llenó la vereda de coches de criminalística y peritos de la federal; Y también parece que en mi casa, la de prestado, no debería haber 3 cajas de Cindor vacías en la basura. Y mucho menos que las haya vaciado yo.
Todas estas son imágenes del después. Del pasado también. De lo que ya no cambia. No se puede. No vale. No. Es como la tierra que cae sobre un cajón de madera que baja dos metros; como la fiambrera en un accidente de tránsito; como la fría morgue de un hospital. Todas señales del después. Ya no hay nada que arreglar. Es el punto final de los finales. Aun que siempre está pendiente la opción de los dos puntos suspensivos siguientes.
“La experiencia es un peine que te da la vida cuando te quedas pelado” decía un viejo boxeador que nunca pudo llegar a viejo. Sabes? Tengo un peine hermoso Ringo. Casi tan lindo como mi prominente pelada. O como mi pelo que se va y se va. Lo mas real, lo mas presente, que tengo es este cuaderno anillado y este marcador que escribe mi pasado. Pone en papel mi nostalgia. Es testigo de mis análisis del estilo “quizás me apuré” o “con el diario del lunes” cambiaria tal o cual cosa. Quizás hasta aprendería a callarme y esperar. O tal vez podría tapar el silencio con palabras justas y necesarias. Puede que un día me sorprenda y aprenda a no ser tan valiente para algunas cosas y tan cobarde, o auto protector, para otras.
Se apaga un burlón domingo de barrio. Frente a mi veo el tacho de basura y un viejo árbol de la Plazoleta Crisobulo Larralde de Caballito. Me levanto, miro un charco de agua bajo la luz de neón y en el reflejo veo a un tipo que ante la falta de teléfono que suena; de timbre de portero que suene; de mesa libre en algún bar porteño; se sienta en este banco de madera de Yerbal y Rojas a buscar al menos el tonto alivio que le dé un guiñó a la semana que empieza en horas. Uno a favor, sin tanta nostalgia de pasado, y menos tiempo para pensar… aun que sea imposible dejar de hacerlo. Aun que al caminar en sentido contrario por las mismas veredas que me trajeron acá me encuentre a mi mismo esperándome en casa. Dicen que “Para regresar y para casi todo es tarde. Pero quién diablos quiere regresar si lo que cuenta es aprender que no está perdido aquello que no fue”. Al menos eso dicen…

PD. Iba a borrar la parte del accidente en el Subte A. Hoy es viernes y todo lo relatado fue hace cinco días. Luego me enteré que fue en otra estación y no precisamente un accidente. No suelo hacer esto pero… Si alguien sabe algo, es tan chico este mundo que quizás alguien lee, sería bueno que puedan acercarse a colaborar. No voy a detallar lo que pasó por acá, solo copiar y pegar esta parte que me parece importe. Gracias.
“Para esclarecer el hecho, la fiscal Ana Cristina Yacobucci solicitó a través de un comunicado se presenten testigos a declarar a la fiscalía ubicada en el décimo piso del edificio ubicado en la calle Tucumán 966 en el horario de 7:30 a 13:30.”

2 comentarios

Anónimo dijo...

Toma 2 y aca vamos de nuevo!!! te habia escrito un testamento desde el celu de Je y adivina que??? se me borro todo y putee pero no paso nada ni va a pasar!!! es la vida misma.... por mas q nos lamentemos del pasado es una mochila q vamos a llevar durante mucho tiempo, pero se q todos se pueden deshacer de esa mochila, vos tambien, va a desaparecer cuando aprendamos a disfrutar el presente y ser felices con lo q tenemos sin pensar mas en el pasado, cuando sean mas los tontos alivios q las penas....

Que feo lo de la estacion, yo este ultimo tiempo estuve pasando casi todos los dias por ahi y cada vez q el subte pasaba pedia paz para ese chico.... ojala la gente q vio hable,el no va a volver pero va a poder descansar en paz!!

PD: yo tambien estoy buscando un tonto alivio y siempre lo encuentro en tu blog, asiq segui escribiendo!!!!

Ayita!

Tiago dijo...

Hay que aceptar con regocijo lo que la vida se convierte y todo su alrededor. Que no habría juventud si no existiera la vejez, no habría bienestar sin el malestar, no existiría la felicidad sin la nostalgia y la tristeza.
Aceptarlo es el verdadero camino a la sabiduría, uno puede siempre pedir comida al delivery, tomarse analgésicos, tratar de no mostrarse como se es. Pero la plenitud no se alcanza así, yo nunca la alcancé pero al menos vivo más tranquilo aceptando el fluir de las cosas en este orden orgánico y no lineal del mundo.
Saludos