Mi casa
Hace un tiempo escuchaba un programa de radio y alguien, creo que el ex Ministro de EconomĆa Lousteau, dijo una frase que me quedĆ³ presente. Le preguntaban en que invertir el dinero y luego de los consejos financieros agregĆ³ que la plata que uno gasta en arreglar o ampliar su casa nunca es una perdida. Que quizĆ”s es algo que no se recupera en lo material pero si en lo espiritual. Dijo “Nunca se olviden que tu casa es el lugar donde querĆ©s volver cuando tu dĆa fue una mierda”. AsĆ que toda la plata del mundo es poco para darnos ese gusto de comodidad.
El finde me di cuenta que siento a Mar del Plata como mi casa. Mi ciudad. Mi lugar. Camino por sus calles y la siento mĆa. Tomo un taxi al llegar a su terminal e interrogo al taxista como queriendo que me ponga al tanto de lo que pasĆ³ todo este tiempo que no estuve. VivĆ ahĆ casi cinco aƱos y en ese tiempo creo que, salvo recibirme, logrĆ© todo lo que antes no habĆa podido hacer. Fue el lugar de varias de mis primeras veces. Fue testigo de los pasos mĆ”s importantes y fundamentales de mi vida.
Pude tomarme revancha del fracaso laboral de Buenos Aires; logrĆ© amigos que siento que mas allĆ” de la distancia van a estar cerca toda la vida; aprendĆ o intentĆ© por primera vez lo que era pensar de a dos, y hasta lleguĆ© a pensar en una vida de a cuatro. Pude soƱar, con mĆ”s miedos que errores, en armar una familia. Tener, al fin, esa casa que no tuve en mi infancia.
Por todo esto es muy difĆcil sentirme parte de esta ciudad de la costa atlĆ”ntica que me enseĆ±Ć³ a caminar desde el 2006. NacĆ en Punta Alta. Estoy orgulloso de eso. Pero me siento mucho mĆ”s cerca, me motiva mucho mas, armar el bolso para volver a “la feliz”. Me hace sacar fuerzas para ir a pesar de las odiosas terminales que me cuesta tanto enfrentar. A los viajes de a uno y sin despedidor. Me da fuerzas para enfrentar la nostalgia de estos lugares de bienvenidas y despidas. Me hace sentir que vale la pena.
En otras oportunidades he contado mis ganas de vivir en Buenos Aires. Aquella primera visita en pleno Mundial 86. Aquel llanto por no quedarme. Y el estar hoy acĆ” es una muestra tangible de que hay cosas que puedo planear, proyectar, y concretar. Pero a pesar de esto, de esta elecciĆ³n de vida, no me siento de acĆ”. Seguramente continuarĆ© y terminarĆ© mi vida acĆ” pero no lo siento como mi lugar. Me ha dado mucho pero hoy, mĆ”s grandes que aquellos 21 aƱos del 2000, puedo afirmar sin temor a equivocarme que no es mi lugar. Y al decir esto no me refiero que quiera irme.
Quizas el motivo mas real que explique este sentimiento es que Mar del Plata tiene mi pasado: Bueno y Malo. Y tiene gente que me quiere y quiero. Sin embargo hace casi dos aƱos estaba mas que dispuesto a mudarme a un pueblito de no mĆ”s de 10 mil habitantes. Y esas ganas tiraron por el piso mi teorĆa de ser un bicho de ciudad. No me importaba cuando asfalto habĆa, cuantos kioskos abiertos las 24 horas, me importaba algo mas. Lo mas importante, estar con la gente que querĆa, con quienes con medio mimo me hacĆan sentir el hombre mas importante y completo del continente. Entonces, teniendo en cuenta esto es que pienso que en realidad no somos de ningĆŗn lugar y a la vez somos de todos los lugares. Pienso que una partida de nacimiento, un cambio de domicilio en el DNI, o un pasaporte, no nos dice cual es nuestro lugar. Lo que lo hace nuestro es la gente que lo habita y que respira el mismo aire. Los que queremos que estĆ©n siempre. A los que queremos que nos vean bien. A esos que cuando ya no tenemos mĆ”s fuerzas para hacer algo por nosotros lo intentamos al menos por ellos. Por todo el aguante en las malas. Porque sabemos que eso, en algĆŗn punto, les va a iluminar la cara y les va a dar cierto orgullo de que formemos parte de sus vidas.
Algo asĆ pasĆ³ en mi viaje anterior. Eran buenos dĆas, se estaba nublando pero bĆ”sicamente eran buenos. Casi que muy buenos. Y entonces muchos dĆas antes pensĆ© el viaje, el itinerario, contaba las horas para que llegue. Me sentĆa bien y tenĆa muchas ganas de compartir esos dĆas, y de que la gente que siempre estuvo en las no tan buenas me vea bien. Completo. Lleno. AcompaƱado.
Este sĆ”bado a la maƱana me dijeron lo que quizĆ”s no tenĆa ganas de escuchar. Fue algo bueno pero en parte fue como hacerle un guiƱo a la melancolĆa y decirle “venĆ”. Me contaron que desde aquella visita en Agosto fui en varios encuentros motivo de conversaciĆ³n. Frases del estilo “que bien se lo ve a Ramiro, esta como siempre quisimos que estĆ©”. No pude mantener mucho aquella imagen pero si la tengo en el recuerdo como un lugar, un estado, al que aspiro a llegar nuevamente.
Y ese estado lo logrĆ© cuando decidĆ arriesgar e irme a ese pueblo, y me pasa actualmente con Mar del Plata. MĆ”s allĆ” de la partida de nacimiento o este viejo DNI que empieza con 27 millones.
EntendĆ que me sobran muchos dedos de una mano para encontrar acĆ” lo que tengo allĆ”. En dos dĆas compartĆ barras, mesas de cafĆ© o de pizzerĆa en la cuales me di cuenta que no habĆa mucha gente que me haga sentir asĆ.
Me sentĆ en casa. El sĆ”bado volvĆ, y mas allĆ” de la nostalgia, las veredas o las barras otrora compartidas, fue muy bueno sentir que el aire sabe a sal.
El finde me di cuenta que siento a Mar del Plata como mi casa. Mi ciudad. Mi lugar. Camino por sus calles y la siento mĆa. Tomo un taxi al llegar a su terminal e interrogo al taxista como queriendo que me ponga al tanto de lo que pasĆ³ todo este tiempo que no estuve. VivĆ ahĆ casi cinco aƱos y en ese tiempo creo que, salvo recibirme, logrĆ© todo lo que antes no habĆa podido hacer. Fue el lugar de varias de mis primeras veces. Fue testigo de los pasos mĆ”s importantes y fundamentales de mi vida.
Pude tomarme revancha del fracaso laboral de Buenos Aires; logrĆ© amigos que siento que mas allĆ” de la distancia van a estar cerca toda la vida; aprendĆ o intentĆ© por primera vez lo que era pensar de a dos, y hasta lleguĆ© a pensar en una vida de a cuatro. Pude soƱar, con mĆ”s miedos que errores, en armar una familia. Tener, al fin, esa casa que no tuve en mi infancia.
Por todo esto es muy difĆcil sentirme parte de esta ciudad de la costa atlĆ”ntica que me enseĆ±Ć³ a caminar desde el 2006. NacĆ en Punta Alta. Estoy orgulloso de eso. Pero me siento mucho mĆ”s cerca, me motiva mucho mas, armar el bolso para volver a “la feliz”. Me hace sacar fuerzas para ir a pesar de las odiosas terminales que me cuesta tanto enfrentar. A los viajes de a uno y sin despedidor. Me da fuerzas para enfrentar la nostalgia de estos lugares de bienvenidas y despidas. Me hace sentir que vale la pena.
En otras oportunidades he contado mis ganas de vivir en Buenos Aires. Aquella primera visita en pleno Mundial 86. Aquel llanto por no quedarme. Y el estar hoy acĆ” es una muestra tangible de que hay cosas que puedo planear, proyectar, y concretar. Pero a pesar de esto, de esta elecciĆ³n de vida, no me siento de acĆ”. Seguramente continuarĆ© y terminarĆ© mi vida acĆ” pero no lo siento como mi lugar. Me ha dado mucho pero hoy, mĆ”s grandes que aquellos 21 aƱos del 2000, puedo afirmar sin temor a equivocarme que no es mi lugar. Y al decir esto no me refiero que quiera irme.
Quizas el motivo mas real que explique este sentimiento es que Mar del Plata tiene mi pasado: Bueno y Malo. Y tiene gente que me quiere y quiero. Sin embargo hace casi dos aƱos estaba mas que dispuesto a mudarme a un pueblito de no mĆ”s de 10 mil habitantes. Y esas ganas tiraron por el piso mi teorĆa de ser un bicho de ciudad. No me importaba cuando asfalto habĆa, cuantos kioskos abiertos las 24 horas, me importaba algo mas. Lo mas importante, estar con la gente que querĆa, con quienes con medio mimo me hacĆan sentir el hombre mas importante y completo del continente. Entonces, teniendo en cuenta esto es que pienso que en realidad no somos de ningĆŗn lugar y a la vez somos de todos los lugares. Pienso que una partida de nacimiento, un cambio de domicilio en el DNI, o un pasaporte, no nos dice cual es nuestro lugar. Lo que lo hace nuestro es la gente que lo habita y que respira el mismo aire. Los que queremos que estĆ©n siempre. A los que queremos que nos vean bien. A esos que cuando ya no tenemos mĆ”s fuerzas para hacer algo por nosotros lo intentamos al menos por ellos. Por todo el aguante en las malas. Porque sabemos que eso, en algĆŗn punto, les va a iluminar la cara y les va a dar cierto orgullo de que formemos parte de sus vidas.
Algo asĆ pasĆ³ en mi viaje anterior. Eran buenos dĆas, se estaba nublando pero bĆ”sicamente eran buenos. Casi que muy buenos. Y entonces muchos dĆas antes pensĆ© el viaje, el itinerario, contaba las horas para que llegue. Me sentĆa bien y tenĆa muchas ganas de compartir esos dĆas, y de que la gente que siempre estuvo en las no tan buenas me vea bien. Completo. Lleno. AcompaƱado.
Este sĆ”bado a la maƱana me dijeron lo que quizĆ”s no tenĆa ganas de escuchar. Fue algo bueno pero en parte fue como hacerle un guiƱo a la melancolĆa y decirle “venĆ”. Me contaron que desde aquella visita en Agosto fui en varios encuentros motivo de conversaciĆ³n. Frases del estilo “que bien se lo ve a Ramiro, esta como siempre quisimos que estĆ©”. No pude mantener mucho aquella imagen pero si la tengo en el recuerdo como un lugar, un estado, al que aspiro a llegar nuevamente.
Y ese estado lo logrĆ© cuando decidĆ arriesgar e irme a ese pueblo, y me pasa actualmente con Mar del Plata. MĆ”s allĆ” de la partida de nacimiento o este viejo DNI que empieza con 27 millones.
EntendĆ que me sobran muchos dedos de una mano para encontrar acĆ” lo que tengo allĆ”. En dos dĆas compartĆ barras, mesas de cafĆ© o de pizzerĆa en la cuales me di cuenta que no habĆa mucha gente que me haga sentir asĆ.
Me sentĆ en casa. El sĆ”bado volvĆ, y mas allĆ” de la nostalgia, las veredas o las barras otrora compartidas, fue muy bueno sentir que el aire sabe a sal.
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