Quedate en Buenos Aires
Hoy fue un dĆa gris en Villa Crespo. Gris y demasiado frĆo. Siempre me gustĆ³ mucho mĆ”s el invierno pero lo de hoy es un abuso. Por suerte este es un lugar que tiene una cantidad enorme de posibilidades para hacer en un dĆa como hoy. Te da ofrece todas las condiciones para estar triste por la soledad pero no te da el tiempo para hacerlo.
ExtraƱo esas tardes de domingo que pasaba encerrado, pero con gusto y sarna con gusto no pica decĆa la abuela, en los estudios de Radio Nacional. Eso ya quedĆ³ atrĆ”s asĆ que en un intento desesperado por romper la rutina me propuse tocarle el culo a esta ciudad en la cual en cada esquina te espera una aventura.
SalĆ por Estado de Israel, lleguĆ© a Corrientes, y luego seguĆ caminando por Ćngel Gallardo hasta Parque Centenario. Ni bien pasĆ© el museo de Ciencias Naturales me tomĆ©, como hace tantos aƱos, con los puestos de revistas. Fue uno de esos segundos en los cuales el almanaque se quema, las arrugas desaparecen, las tristezas se borran y la ropa te queda grande. Y como si fuera un capĆtulo de “volver al futuro” ahĆ los encontrĆ© de nuevo. Cientos de ejemplares viejos de Revista el Grafico, libros que hacia mucho que no veĆa, algunas garrafas prendidas, termos, y mates pasando de mano en mano.
Como si fuera una maƱana de sĆ”bado del 2001 me comprĆ© un viejo libro de Osvaldo Soriano. Lo encontrĆ© en una caja de cartĆ³n de aceite patito junto a un montĆ³n de libros para pintar que miraba un nene de no mĆ”s de 10 aƱos. Cuando vi “no habrĆ” mĆ”s penas ni olvidos” y lo empecĆ© a ojear para comprobar su estado, el pibe clavĆ³ sus ojos en mis manos y me miraba como preguntĆ”ndose “y eso que es?”. Me di cuenta y se lo empecĆ© a mostrar. Le contĆ© quien habĆa sido Soriano, las obras que habĆa leĆdo hace mucho y que ese que tenĆa en mis manos nunca lo habĆa podido leer. Le dije que era un periodista hincha de San Lorenzo que habĆa muerto hace ya unos cuantos aƱos. Incluso antes que Ć©l naciera.
Sus ojos quedaron como dos bolas enormes que no podĆan ni pestaƱar. Ante cada palabra mĆa lo miraba al padre como preguntĆ”ndole si era verdad. Mientras Ć©l retomĆ³ su interĆ©s por las pinturas yo seguĆ revisando la caja y vi el primer libro que leĆ de este escritor. Era “Piratas, Fantasmas y Dinosaurios”. Una vieja recopilaciĆ³n de notas que Soriano publicaba los dĆas sĆ”bados en la contratapa de Pagina 12. PreguntĆ© el precio, y por solo $ 34 me di el lujo de llenar mi necesidad de lectura y de regalarle, previo guiƱo del padre, uno a este chico que a esa altura ya se habĆa olvidado hasta de los colores primeros que pensaba usar para pintar. SaludĆ© al Sr. del puesto y me fui a sentar frente al lago, cerca de los juegos, de uno de los mejores lugares de Buenos Aires que recuerdo. Mientras me alejaba de los puestos empecĆ© a escuchar mĆŗsica. Una vieja radio, seguramente no era una Spica, que decĆa “A donde vas? Quedate en Buenos Aires si todavĆa venden la foto de Gardel…”.
Fue un buen domingo. Uno de los mas lindos y mĆ”s nostĆ”lgicos. Cuando no aguantĆ© mĆ”s el frĆo volvĆ a casa con la ilusiĆ³n se seguir encontrando una aventura en alguna de las prĆ³ximas 20 esquinas que me quedaban por pasar.
Quedate en Buenos Aires (Cacho CastaƱa)
Cuantas veces que estuve cansado de andar, reventando la mufa en la mesa de un bar. Con rencor, por amar, intentando escapar de la ciudad.
Camine con las sombras del amanecer y desde una vidriera mi nombre escuche y al volver, observe, que la voz de un maniquĆ llego hasta mi.
A donde vas, quedate en Buenos Aires si todavĆa venden la foto de Gardel. Y en un boliche que queda por San Telmo, Rivero!, Rivero canta tangos pero del tiempo aquel.
A donde vas quedate en Buenos Aires si por tus venas corren mil rĆos de alquitrĆ”n. Si en cada esquina te espera una aventura, dejate de locuras, no quieras escapar.
AsĆ fue que esa noche por un maniquĆ un concierto en la sangre comencĆ© a sentir. Ser feliz es aquĆ y ya nunca de mi gente e de partir.
Hoy pase por la casa de aquel maniquĆ lo vistieron de seda y le quize decir: ya lo ves, soy feliz. Disculpame si hoy te vengo a desvestir.
A donde vas, quedate en Buenos Aires si todavĆa venden la foto de Gardel. Y en un boliche que queda por San Telmo, Rivero!, Rivero canta tangos pero del tiempo aquel.
A donde vas quedate en Buenos Aires si por tus venas corren mil rĆos de alquitrĆ”n. Si en cada esquina te espera una aventura, dejate de locuras, no quieras escapar.
ExtraƱo esas tardes de domingo que pasaba encerrado, pero con gusto y sarna con gusto no pica decĆa la abuela, en los estudios de Radio Nacional. Eso ya quedĆ³ atrĆ”s asĆ que en un intento desesperado por romper la rutina me propuse tocarle el culo a esta ciudad en la cual en cada esquina te espera una aventura.
SalĆ por Estado de Israel, lleguĆ© a Corrientes, y luego seguĆ caminando por Ćngel Gallardo hasta Parque Centenario. Ni bien pasĆ© el museo de Ciencias Naturales me tomĆ©, como hace tantos aƱos, con los puestos de revistas. Fue uno de esos segundos en los cuales el almanaque se quema, las arrugas desaparecen, las tristezas se borran y la ropa te queda grande. Y como si fuera un capĆtulo de “volver al futuro” ahĆ los encontrĆ© de nuevo. Cientos de ejemplares viejos de Revista el Grafico, libros que hacia mucho que no veĆa, algunas garrafas prendidas, termos, y mates pasando de mano en mano.
Como si fuera una maƱana de sĆ”bado del 2001 me comprĆ© un viejo libro de Osvaldo Soriano. Lo encontrĆ© en una caja de cartĆ³n de aceite patito junto a un montĆ³n de libros para pintar que miraba un nene de no mĆ”s de 10 aƱos. Cuando vi “no habrĆ” mĆ”s penas ni olvidos” y lo empecĆ© a ojear para comprobar su estado, el pibe clavĆ³ sus ojos en mis manos y me miraba como preguntĆ”ndose “y eso que es?”. Me di cuenta y se lo empecĆ© a mostrar. Le contĆ© quien habĆa sido Soriano, las obras que habĆa leĆdo hace mucho y que ese que tenĆa en mis manos nunca lo habĆa podido leer. Le dije que era un periodista hincha de San Lorenzo que habĆa muerto hace ya unos cuantos aƱos. Incluso antes que Ć©l naciera.
Sus ojos quedaron como dos bolas enormes que no podĆan ni pestaƱar. Ante cada palabra mĆa lo miraba al padre como preguntĆ”ndole si era verdad. Mientras Ć©l retomĆ³ su interĆ©s por las pinturas yo seguĆ revisando la caja y vi el primer libro que leĆ de este escritor. Era “Piratas, Fantasmas y Dinosaurios”. Una vieja recopilaciĆ³n de notas que Soriano publicaba los dĆas sĆ”bados en la contratapa de Pagina 12. PreguntĆ© el precio, y por solo $ 34 me di el lujo de llenar mi necesidad de lectura y de regalarle, previo guiƱo del padre, uno a este chico que a esa altura ya se habĆa olvidado hasta de los colores primeros que pensaba usar para pintar. SaludĆ© al Sr. del puesto y me fui a sentar frente al lago, cerca de los juegos, de uno de los mejores lugares de Buenos Aires que recuerdo. Mientras me alejaba de los puestos empecĆ© a escuchar mĆŗsica. Una vieja radio, seguramente no era una Spica, que decĆa “A donde vas? Quedate en Buenos Aires si todavĆa venden la foto de Gardel…”.
Fue un buen domingo. Uno de los mas lindos y mĆ”s nostĆ”lgicos. Cuando no aguantĆ© mĆ”s el frĆo volvĆ a casa con la ilusiĆ³n se seguir encontrando una aventura en alguna de las prĆ³ximas 20 esquinas que me quedaban por pasar.
Quedate en Buenos Aires (Cacho CastaƱa)
Cuantas veces que estuve cansado de andar, reventando la mufa en la mesa de un bar. Con rencor, por amar, intentando escapar de la ciudad.
Camine con las sombras del amanecer y desde una vidriera mi nombre escuche y al volver, observe, que la voz de un maniquĆ llego hasta mi.
A donde vas, quedate en Buenos Aires si todavĆa venden la foto de Gardel. Y en un boliche que queda por San Telmo, Rivero!, Rivero canta tangos pero del tiempo aquel.
A donde vas quedate en Buenos Aires si por tus venas corren mil rĆos de alquitrĆ”n. Si en cada esquina te espera una aventura, dejate de locuras, no quieras escapar.
AsĆ fue que esa noche por un maniquĆ un concierto en la sangre comencĆ© a sentir. Ser feliz es aquĆ y ya nunca de mi gente e de partir.
Hoy pase por la casa de aquel maniquĆ lo vistieron de seda y le quize decir: ya lo ves, soy feliz. Disculpame si hoy te vengo a desvestir.
A donde vas, quedate en Buenos Aires si todavĆa venden la foto de Gardel. Y en un boliche que queda por San Telmo, Rivero!, Rivero canta tangos pero del tiempo aquel.
A donde vas quedate en Buenos Aires si por tus venas corren mil rĆos de alquitrĆ”n. Si en cada esquina te espera una aventura, dejate de locuras, no quieras escapar.
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