Felices Pascuas
El 20 de Abril de 1987 tenĆa 7 aƱos.
Tengo grabada una imagen en casa de mi abuela. Estaba sentado en el comedor mirando el viejo televisor telefunken que dejĆ³ de funcionar hace ya varios aƱos. Me acompaƱaban mi mamĆ”, mi abuela y creo que mi hermano. Juntos mirĆ”bamos la ediciĆ³n especial de Nuevediario, el noticiero de Canal 9 Libertad.
Por mi edad, nacĆ en septiembre del 79, no tenĆa nociĆ³n del Ćŗltimo golpe militar en nuestro paĆs, y mucho menos de los anteriores, pero mi abuela y mi vieja estaban con cierta intranquilidad. Y si bien no recuerdo que lo hayan dicho en voz alta, en sus caras creo que habĆa mucho de “¿otra vez?”.
Me acuerdo muchos ruidos de balas. Cronistas con voz agitada. ImĆ”genes fuera de foco tomadas por camarĆ³grafos con manos temblorosas. FotĆ³grafos escondiĆ©ndose detrĆ”s de los autos. Mucho movimiento militar, la mayorĆa llegaba a Campo de Mayo en autos particulares. Los colimbas, confundiĆ©ndolos con civiles, no los dejaban dejan pasar y la historia terminaba cuando alguien se bajaba a los gritos y lo cagaba a pedos porque era un superior. Se descargaban con ellos. Recuerdo un colimba retrocediendo con la cabeza baja, asustado, mientras el “superior” se aprovechaba de su jerarquĆa. Y seguramente de sus nervios por la situaciĆ³n. Las botas no han cambiando mucho desde entonces. La esencia no cambia.
Las imĆ”genes del noticiero seguĆan. Recuerdo cuerpos tirados en el pasto. Casi desnudos. El fuego que quedaba por los bombardeos iban quemando el pasto y cuando se topaba con esos cuerpos el fuego tambiĆ©n ardĆa. Recuerdo edificios de tejas con techos destruidos, paredes rotas, puertas y ventanas de madera que casi no existĆan.
TambiĆ©n recuerdo la imagen de AlfonsĆn. En mi casa, mi familia materna, siempre fueron radicales. AƱos antes de esta situaciĆ³n caĆ³tica, el por entonces presidente de la naciĆ³n venĆa seguido a hacer actos pĆŗblicos en la plaza central de Punta Alta. En ese momento era todo un acontecimiento. QuizĆ”s en mi inocencia pensaba lo bueno que era que un jefe de estado no se olvide de la gente que vivĆa en los pueblos. Hoy, un poco mĆ”s maduro, pienso que la mayorĆa de la poblaciĆ³n de Punta Alta estĆ” ligada directa o indirectamente a las fuerzas armadas y el motivo de esas visitas seguramente serĆa tener a esa gente de su lado. Los aƱos negros habĆan pasado pero no hacia mucho tiempo de eso. Y para que arriesgarse, no? Mejor tenerlos de su lado. Tener a la gente contenta. AdemĆ”s el gobierno municipal por ese entonces tambiĆ©n era radical y eso tambiĆ©n ayudaba.
Pero quiero volver a esa imagen que me mostraba el televisor. Recuerdo la Plaza de Mayo llena de gente y Alfonsin hablando en el balcĆ³n de la Casa Rosada. De la gente presente no habĆa muchos primeros planos pero seguramente la sensaciĆ³n serĆa muy parecida a la que me demostraban mi vieja y mi abuela. “¿otra vez?”.
RaĆŗl Ricardo Alfonsin fue el primer presidente democrĆ”tico despuĆ©s de la Ćŗltima dictadura militar en nuestro paĆs. AsumiĆ³ en el gobierno el 10 de Diciembre de 1983. HabĆan pasado menos de cuatro aƱos de aquel dĆa. Siempre fue, o al menos asĆ lo recuerdo, un tipo con un discurso fuerte, convincente. Por sus dichos, por su tono voz y por su imagen. Cualquiera que halla vivido esa Ć©poca, o cualquiera como yo que halla leĆdo algo de la historia argentina, no puede olvidar su discurso al asumir la presidencia de la naciĆ³n: “con la democracia no sĆ³lo se vota, con la democracia se come, se educa y se cura”. Palabras muy fuertes en un momento muy fuerte.
Ese dĆa en el balcĆ³n de la Casa Rosada tambiĆ©n dijo palabras fuertes. Me acuerdo que en un momento informĆ³ que en ese mismo momento iba a ir a reunirse con los carapintadas encabezados por el teniente Aldo Rico, un militar que aƱos despuĆ©s aprovecharĆa la democracia para llegar al poder. La gente estallĆ³ en un grito de aprobaciĆ³n y seguidamente la TV mostrĆ³ un auto negro en el cual el mĆ”ximo jefe de los argentinos se dirigĆa a hacer lo que minutos antes prometiĆ³ a su pueblo. Recuerdo a mi vieja diciendo “se va a reunir con los militares, lo van a matar”.
La espera fue larga aunque yo no recuerdo cuanto tiempo pasĆ³. Si tengo la imagen del regreso. Del auto negro con dos banderitas argentinas flameando en el capĆ³, y de Alfonsin subiendo nuevamente al balcĆ³n. Otra vez, un tipo al que no sĆ© bien como catalogar (me refiero a su actividad en el gobierno), tenĆa las palabras justas. Como si supiera que estaba haciendo nuevamente historia. Como si supiera que su imagen, su voz y sus palabras nuevamente iban a quedar en la memoria viva de los argentinos. El conflicto estaba terminado. En esa reuniĆ³n se firmĆ³ algĆŗn pacto con detalles que no recuerdo y se dio por terminado el levantamiento carapintada. Fue uno de los Ćŗltimos en nuestro paĆs. El resabio de las FFAA finalizaban asĆ su apariciĆ³n pĆŗblica. Uno de los Ćŗltimos actos sangriento. Las palabras finales de ese seƱor con bigotes, que sonreĆa cada vez que apretaba sus manos fueron: “Felices Pascuas. La casa estĆ” en orden”.
AƱos despuĆ©s vino lo otro, lo conocido, la hiperinflaciĆ³n, los saqueos, las peor versiĆ³n del peronismo que comenzaba a resurgir nuevamente. Entraron nuevamente en la escena nacional personajes que no se bancaban un gobierno distinto. Un gobierno de boinas, un gobierno rojo y blanco. QuerĆan, al menos en los papeles, un jefe de estado que evocara a PerĆ³n. Y creyeron lograrlo, pero solo lo creyeron. Pero esa es otra historia….
Mi historia, la que quiero contar, es esta. Es la de los recuerdos. Sin ideas polĆticas, al menos no muy marcadas. Con la seguridad de no contar las cosas tal como realmente fueron sino simplemente como las recuerdo. Omitiendo un montĆ³n de datos y hasta, por quĆ© no, agregando alguno que quizĆ”s nunca sucediĆ³. Es mi historia, las historia de mi sĆ©ptimo domingo de pascuas. La de mis siete aƱos.
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