Diciembre 2006
Y acĆ” estoy. Es jueves 21 de diciembre. Mientras lavo ropa en mi casa nueva, y escucho a Ismael, se me dio por escribir estas lĆneas en un cuaderno para despuĆ©s poder subirlo a mi espacio.
Hace unos dĆas me puse a caminar por la playa. Mientras lo hacĆa me sentĆa muy raro. Supongo que fue por mi melancolĆa habitual, aunque debo darle mĆ©rito a la distancia y la proximidad de las fiestas.
En mi largo camino mirĆ© hacia el horizonte y me encontrĆ© con el mar, con el fin de las olas. Al volver la viste me identifiquĆ© con ese “charquito” de agua que se forma cuando la marea baja. Pensaba en lo triste que se deben sentir esas gotas, en lo poco valoradas, en lo insignificante. Mientras millones de sus “colegas” brillan juntas en medio de un atlĆ”ntico infinito, ellas estĆ”n ahĆ formando un charquito en la arena.
Supongo que me vĆ asĆ. Chiquito, lejos de la rueda que hace girar a este mundo. QuizĆ”s, como dije, fue la nostalgia. Mientras caminaba me dĆ cuenta que no todas las arenas son iguales, no todos los tiempos son los mismos. En mi paseo recorrĆ un largo pasillo en busca de huellas que hace rato no estĆ”n allĆ. PisĆ© arena que antes no descansaba allĆ. Arenas que no trajo el mar sino el tiempo. Arenas que hoy sepultan recuerdos como si fuesen ruinas. Me sentĆ como un arqueĆ³logo parado sobre una montaƱa en la cual se esconden objetos milenarios. La diferencia es que ellos no saben que hay bajo sus pies pero yo sĆ sabĆa.
Que cosa rara los recuerdos. ReciĆ©n en ese instante me pude dar cuenta lo que sintiĆ³ mi vieja cuando 27 aƱos despuĆ©s caminamos juntos por Mar del Plata. La anterior habĆa sido conmigo en la panza. SentĆ lo que sintiĆ³, o parecido.
SeguĆ caminando por la playa. MirĆ© de nuevo esas gotas abandonadas y me dĆ cuenta que otra vez estaba mirando el vaso medio vacĆo. Las olas que llegaban a la costa se mezclaban con esos chacos y “rescataban” a las abandonadas. AsĆ fue como esos solitarios puntos de agua volvĆan al mar y formaban nuevamente ese inmenso ocĆ©ano azul. Y ahĆ quedaron, nuevamente felices, con la satisfacciĆ³n de ser otra vez protagonistas.
Y supongo que en parte asĆ me siento yo. Al igual que ellas estoy muerto de miedo por los desafĆos. Al igual que ellas tengo miedo a seguir pisando recuerdos. Tengo miedo a volver un aƱo despuĆ©s y encontrarlos sepultados por millones de granitos de arena. A mirar el piso y no verlos pero sentir que estoy parado sobre ellos. Sentir, en mi piel y mi corazĆ³n, las mimas cosas.
Que cosa rara los recuerdos. Que fea la nostalgia de las cosas que ya no van a volver. Que feo que esas cosas se presenten en momentos inoportunos y nos hagan tambalear todo. Replantear todo. Ver aquello que siempre quisimos pero nunca pudimos ser. Que pudimos tener pero no tenemos. No por el destino, no por la suerte, sino por nuestra propia incapacidad. Por nuestra propia falta de mƩritos.
Hay dos personas que extraƱo mucho. Las dos son muy distintas y creo que no se llevaban muy bien entre sĆ. Sin embargo debo reconocer que en sus Ćŗltimos aƱos ninguno sentĆa bronca o rencor hacia el otro. A una la extraƱo por lo que fue y a la otra por lo que me hubiese gustado que sea.
Mi abuela Ramona, la mamĆ” de mi mamĆ”, era la persona con quien mas hablaba en el mundo. Siempre dentro de los lĆmites que yo mismo me encargaba de poner, ella sabia, sabe, todo de mĆ. Su Ćŗltimo aƱo de vida lo pasĆ© con ella. Cientos de tardes tomando mates mientras estudiaba. Su Ćŗltima navidad, aƱo nuevo, reyes. MuriĆ³ en mayo del 2003. No me pudo ver feliz por trabajar en la radio, no pudo escuchar mis planes de venir a Mar del Plata. Su relaciĆ³n mĆ”s cercana con esta ciudad eran los carteles de “estallĆ³ el verano” que ponĆa CrĆ³nica TV mientras pasaba el sorteo de la quiniela. Nunca pudo leer mi libro ni la entrevista que me hicieron en La Nueva Provincia. La extraƱo mucho y hoy que las cosas estĆ”n marchando me gustarĆa mucho que estuviese acĆ”.
Mi viejo Ricardo, “el Richard”, se fue con muchas cosas pendientes entre los dos. Culpa mĆa y culpa de Ć©l. Muchas veces pensĆ© que bueno hubiese sido crecer en una familia normal. Tenerlo siempre en casa, escuchar consejos, decirle mis sueƱos, que me dijera “dale, intentalo”. Como dije el error fue mĆo porque Ć©l fĆsicamente siempre estuvo pero el que me alejĆ© fui yo. Hace pocos aƱos entendĆ que Ć©l era humano, que no podĆa ser perfecto, que los superhĆ©roes no existen. MuriĆ³ en Octubre de 1998. Nunca se enterĆ³ de mi operaciĆ³n, nunca supo que me fui a Buenos Aires, que me enfermĆ©, que volvĆ, que gracias a la pasiĆ³n que me contagiĆ³ por Sporting se me dio por hacer un libro, por poner su nombre en esas hojas. No supo que en la calle dicen “el libro que hizo el hijo de Richard”. Lo extraƱo mucho, y hoy que las cosas estĆ”n marchando me gustarĆa mucho que estuviese acĆ”.
Por todo esto digo que es feo extraƱar. Pero con ellos no tengo mas remedio. Lo mĆ”s doloroso es que hay otras personas a las cuales extraƱo pero que a diferencias de mi abuela y mi viejo ellas siguen haciendo uso del aire cotidiano de este mundo, incluso de esta ciudad. Sin embargo estĆ”n igual o mĆ”s lejos. MĆ”s inalcanzables. Una vez me dijeron que parar cerrar algo no debe quedar cosas pendientes y, al menos yo, siento que hay cosas pendientes. Todas ellas son personas que me marcaron en el momento mĆ”s importante de mi vida. Las extraƱo mucho y hoy que las cosas estĆ”n marchando me gustarĆa mucho que estuviesen acĆ”.
Hoy sigo reflejĆ”ndome en esas gotas de agua pero desde otro punto de vista. Soy como las gotas que volvieron al mar. Estoy en pleno ocĆ©ano atlĆ”ntico esquivando barcos que naufragan. Claro que a veces llueve, hay tormentas elĆ©ctricas y un viento terrible que me dan ganas de vomitar. Pero sin embargo sigo…
En poco tiempo, menos de un aƱo, cumplĆ muchos objetivos que parecĆan rebuscados sueƱos de un inexperto adolescente.
AtrĆ”s quedaron muchas cosas y otras siguen muy presentes porque al fin de cuentas sigo siendo yo. Y si bien no me lo puse como objetivo espero un guiƱo de alguien para poder recuperar algo de lo perdido. Busco saldar cuentas pendientes. QuizĆ”s por eso camino a diario las mimas calles, los mismos pasillos, y las mismas con baldĆos en cuyos Ć”rboles se esconde un cartel de “se vende”…
No digo que todo tiempo pasado fue mejor pero me niego a pensar en debo elegir entre una cosa u otra. Estoy convencido que mi pasado y mi presente se pueden juntar para hacer el futuro que tantas tardes soƱƩ mientras tomaba mates con mi abuela.
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