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En el este y el oeste, en el norte y, sobretodo, en el SUR


Estoy convencido que muchos de ustedes no recuerdan con detalles la primera vez que fueron a la cancha a ver a Racing. El motivo es simple. No se trata de mala memoria, falta de sentimientos, o cualquier otra causa similar que se nos ocurra: Es que en esa época tenían no mucho mas de cuatro o cinco años y es difícil tener una conciencia real y detallada sobre aquellos momentos. En sus cabezas seguramente tendrán pequeños recuerdos, chispazos, pero
todos ellos tienen que ver mucho mas con cosas que les contaron y fantasías que se fueron formando en base a eso relatos que con lo vivido realmente. Los hinchas de Racing del interior tenemos una ventaja en este aspecto, solo en este. Nuestra primera vez en la cancha fue de “grandes”, con la conciencia mas o menos desarrollada, y por este motivo recordamos cada uno de los pasos que nos fueron acercando al cilindro mágico de Avellaneda.
Los primeros 18 años de mi vida los viví en una pequeña ciudad ubicada a 700km de Buenos Aires y en aquella época la distancia que nos separaba con el fútbol grande de Argentina era mucho mayor que la actual. Sin embargo el seguir de cerca al equipo de mi pueblo me dio esa dosis de fútbol que comienza a crecer en nuestra mejor edad.
Caminando por todos los rincones del Club Sporting de Punta Alta aprendí de ese sentimiento que nos apega tanto a un club y sentí cada uno de sus rincones como mi propia casa. No hacia falta tener la llave ni esquivar la seguridad, con saltar simplemente el paredón de calle Mitre o aprovechar nuestra falta de panza para pasar entre los dos portones de chapa separados por cadena era mas que suficiente.





Para 1990 mi permanencia en charlas futboleras de la escuela era casi insostenible. Todos hablaban de Boca y River, y yo de Sporting. No tenía mucho sentido para alguien de casi 10 años de edad. Ese año se jugó el primer Mundial de Fútbol que viví en detalle, de principio a fin, y como todo chico de esa edad el ídolo indiscutido era Sergio Javier Goycochea. Terminó el mundial, el Goyco se fue a Racing, y yo dejé atrás el dilema familiar de madre de Boca y padre de Vélez: Mi equipo era Racing Club de Avellaneda y mis colores blanco y celeste.
Y a partir de ahí, de aquel Racing con publicidad de Salicrem comencé a acercarme a este sentimiento. Alguna vez quizás me cruce con el arquero y le cuente cual es su responsabilidad en mi vida y seguramente dudará entre decirme “bueno, de nada” o “discúlpame por tanto sufrimiento”. La cosa es que el Goyco en Racing no estuvo mucho mas que de un año pero fue suficiente, la academia llegó para quedarse y se quedó. Después vino todo el resto. Desde ese momento hasta hoy se escribió un largo camino, con muchas piedras, con mucho viento y fuertes lluvias, que llega a este 2017... (Fin primera parte - Continuará...)

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