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Vi a Mar del Plata como hace 4 aƱos atrĆ”s. Incluso hoy sigue asĆ. Banderas en los balcones, en el hall de entrada de los edificios e incluso en la puerta de los comercios. Hasta una guarderĆa que estĆ” a la vuelta de casa tenĆa unas cintitas celestes y blancas.
El sĆ”bado vi un Supermercado Chino con sus “dueƱos” atendiendo mientras el carnicero y el verdulero, bien criollos, trataban de acomodar la antena para ver a color el partido con Alemania.
Parece como una continuaciĆ³n del 25 de mayo. Un paso inevitable luego de la “fiesta” del bicentenario pero sin dudas es un aƱo mundial y cada 4 aƱos pasa lo mismo. Recuerdo que en el 2006 pasĆ³ algo parecido. Y se fue tan rĆ”pido, tan rĆ”pido… Lo fuimos descartando con el correr de los dĆas post eliminaciĆ³n y me cuesta creer que ahora no pasarĆ” lo mismo. Claramente no es un exceso de patriotismo. Es algo futbolero pero que no veo mal.
Siento que es algo que es un comportamiento que se repite siempre y con diferentes situaciones. Recuerdo que cuando vivĆa en Buenos Aires hubo en un “boom” en Punta Alta de decorar las casas con luces para navidad. LleguĆ© y todas, o el 99% de las casas, tenĆan al menos un par de luces que bordeaban la ventana y le daban a la noche una cara distinta. Al aƱo siguiente algunas aĆŗn lo mantenĆan pero 365 dĆas mĆ”s tarde todo se terminĆ³. CuestiĆ³n de moda, el paso del tiempo que se ve reflejado con cada cambio. Es como cuando espiamos fotos viejas y nos vemos con ropas, peinados, autos y hasta costumbres que marcan cierta Ć©poca y ya no estĆ”n. Eso es lo que me molesta. Como estas cosas, o las ausencias de ellas, me muestran el paso del tiempo.
El sĆ”bado vi el partido de Argentina en la casa de un amigo. Cuando terminĆ³ me di cuenta que era el sexto mundial que veĆa y que en cada uno de ellos el final fue parecido. Esa sensaciĆ³n de tristeza, de impotencia, de “no puede ser”:
En el 90 empezĆ³ la locura y la final, como el resto de los partidos, los vi en el comedor de la casa de mi abuela. Luego salĆ en moto con mi vieja a dar vueltas al centro mientras sostenĆa una bandera Argentina sentado en el asiento de atrĆ”s.
En el 94 me acuerdo que habĆamos comprado un minicomponente con CD. Lo llevĆ© a casa, lo instale, escuche por primera vez un CD y cuando quise sintonizar radios puse LU2 y escuchĆ© a VĆctor Hugo hablar sobre el doping de Maradona… no me olvido mas.
En el 98 vi los partidos nuevamente en el mismo comedor. Cuando Holanda hizo el gol me fui a casa, que queda enfrente, a ver los Ćŗltimos minutos. SabĆa que todo estaba terminado pero me acuerdo pidiendo por favor que entrara un cabezazo de un defensor que no recuerdo quien era.
En el 2002 reciĆ©n habĆa regresado de Buenos Aires y lo incomodo del horario me llevĆ³ a ver los partidos en la cama junto a mi perrita Diana. Los Ćŗltimos minutos frente a Suecia, incluso el gol de Crespo, lo vi al lado de mi vieja en el comedor. No lo podĆa creer. No lo entendĆa. No lo entiendo.
El 2006 fue el primer mundial en Mar del Plata y fue realmente extraƱo vivir la eliminaciĆ³n sentado al lado de un tipo mĆ”s alto que yo, con rasta, y la bandera de Alemania en el hombro. No le podĆa ni pegar, ni descargarme.
La diferencia que noto hoy es que lo tomĆ© con mĆ”s madurez. Al menos al principio pensĆ© que era eso. Mi amigo estaba derrumbado en el sillĆ³n y yo no podĆa parar de pensar, creo incluso que se lo dije, que “es fĆŗtbol, hay cosas mĆ”s importantes”. Y esa maldita frase, real o no, me hizo pensar luego en lo distinto que estoy. En la diferencia con los cinco finales tristes de mundiales pasados. En la falta de pasiĆ³n, en el vaciĆ³, en tener realmente claro que hay cosas mĆ”s importantes y que no sufrir este mundial como antes fue por el solo hecho de que no tengo esas cosas. PensĆ© en que si las tuviera seguramente sentirĆa ese correr de sangre que pica. En cambio me encontrĆ© con un resultado deportivo que me cacheteĆ³ para decirme “no tenĆ©s esas cosas mĆ”s importantes”. Me sentĆ apagado. Vacio, en off.
Hoy lunes terminĆ© de rasquetear el fondo. Me comprĆ© una imaginaria espĆ”tula gigante y saquĆ© los restos de pintura seca que quedaban y me vaciĆ© por completo. Esos restos de pinturas incluĆan, entre otras cosas, restos de Richard. Te juro, y ojalĆ” me creas, que no intento repetir patrones. No sĆ© trata de eso. Lo hablamos un millĆ³n de veces y sĆ© que crees en eso pero mi pensar en Richard tiene que ver con que no puedo dejar de compararme. No quiero hacer su camino, no sĆ© cuantas similitudes, ademĆ”s del apellido, tengo. Pero no quiero ese camino. Pero si lo tengo presente y me comparo. Y pierdo… siento que pierdo.
Hoy Ayita me dijo que el prĆ³ximo mundial damos la vuelta con Maradona en Brasil y pensaba que para el prĆ³ximo voy a tener 35 aƱos. Y sabes quĆ©? Mi viejo naciĆ³ en el 44 y en el 79 cuando nacĆ yo tenĆa 35 aƱos, casi los que voy a tener yo en el 2014. Y no pude dejar de compararme. No pude.
Mientras volvĆa en el colectivo pensaba en esta frase del vacĆo. Del terminar de sacar la pintura. Pensaba en que realmente estoy vacio y el recipiente se muere de ganas de volver a llenarse. Pero tambiĆ©n pensaba que, como esta Mar del Plata que cada 4 aƱos se viste de celeste y blanco, o aquella Punta Alta iluminado por navidad, las cosas duran poco y caemos nuevamente y al tiempo estamos otra vez poniendo luces o colgando el banderĆn como si fuera algo nuevo. Y sabes quĆ©? No lo es. No lo es para nada. Es un lugar que ya tenĆamos ganado, lo perdimos, retrocedimos, y ahora lo encontramos nuevamente pero con la certeza de que se perderĆ” de nuevo. Es un cĆrculo que en fĆŗtbol dura 4 aƱos.
En mi vida no sĆ© cuĆ”nto dura pero tengo miedo de estar en un circulo. Tengo miedo que este vacĆo, listo para llenarse, sea igual a otros. Sea idĆ©ntico a otros que nunca terminaron de llenarse. De que este amague sea solo comenzar una vez mĆ”s la ronda.
Y a Richard lo extraƱo… Y tampoco sĆ© bien que hacer con eso.
No sĆ© si “para nonainoninonero, no sĆ© pa´ que pero” me quiero querer. Es mĆ”s, incluso me quiero, y es algo con lo cual tampoco sĆ© bien que hacer.
PD. HacĆa mucho que no escribĆa y no esperen una coherencia. Ni siquiera lo hice para que lo lean, solamente necesitaba sacarme esto de adentro.
El sĆ”bado vi un Supermercado Chino con sus “dueƱos” atendiendo mientras el carnicero y el verdulero, bien criollos, trataban de acomodar la antena para ver a color el partido con Alemania.
Parece como una continuaciĆ³n del 25 de mayo. Un paso inevitable luego de la “fiesta” del bicentenario pero sin dudas es un aƱo mundial y cada 4 aƱos pasa lo mismo. Recuerdo que en el 2006 pasĆ³ algo parecido. Y se fue tan rĆ”pido, tan rĆ”pido… Lo fuimos descartando con el correr de los dĆas post eliminaciĆ³n y me cuesta creer que ahora no pasarĆ” lo mismo. Claramente no es un exceso de patriotismo. Es algo futbolero pero que no veo mal.
Siento que es algo que es un comportamiento que se repite siempre y con diferentes situaciones. Recuerdo que cuando vivĆa en Buenos Aires hubo en un “boom” en Punta Alta de decorar las casas con luces para navidad. LleguĆ© y todas, o el 99% de las casas, tenĆan al menos un par de luces que bordeaban la ventana y le daban a la noche una cara distinta. Al aƱo siguiente algunas aĆŗn lo mantenĆan pero 365 dĆas mĆ”s tarde todo se terminĆ³. CuestiĆ³n de moda, el paso del tiempo que se ve reflejado con cada cambio. Es como cuando espiamos fotos viejas y nos vemos con ropas, peinados, autos y hasta costumbres que marcan cierta Ć©poca y ya no estĆ”n. Eso es lo que me molesta. Como estas cosas, o las ausencias de ellas, me muestran el paso del tiempo.
El sĆ”bado vi el partido de Argentina en la casa de un amigo. Cuando terminĆ³ me di cuenta que era el sexto mundial que veĆa y que en cada uno de ellos el final fue parecido. Esa sensaciĆ³n de tristeza, de impotencia, de “no puede ser”:
En el 90 empezĆ³ la locura y la final, como el resto de los partidos, los vi en el comedor de la casa de mi abuela. Luego salĆ en moto con mi vieja a dar vueltas al centro mientras sostenĆa una bandera Argentina sentado en el asiento de atrĆ”s.
En el 94 me acuerdo que habĆamos comprado un minicomponente con CD. Lo llevĆ© a casa, lo instale, escuche por primera vez un CD y cuando quise sintonizar radios puse LU2 y escuchĆ© a VĆctor Hugo hablar sobre el doping de Maradona… no me olvido mas.
En el 98 vi los partidos nuevamente en el mismo comedor. Cuando Holanda hizo el gol me fui a casa, que queda enfrente, a ver los Ćŗltimos minutos. SabĆa que todo estaba terminado pero me acuerdo pidiendo por favor que entrara un cabezazo de un defensor que no recuerdo quien era.
En el 2002 reciĆ©n habĆa regresado de Buenos Aires y lo incomodo del horario me llevĆ³ a ver los partidos en la cama junto a mi perrita Diana. Los Ćŗltimos minutos frente a Suecia, incluso el gol de Crespo, lo vi al lado de mi vieja en el comedor. No lo podĆa creer. No lo entendĆa. No lo entiendo.
El 2006 fue el primer mundial en Mar del Plata y fue realmente extraƱo vivir la eliminaciĆ³n sentado al lado de un tipo mĆ”s alto que yo, con rasta, y la bandera de Alemania en el hombro. No le podĆa ni pegar, ni descargarme.
La diferencia que noto hoy es que lo tomĆ© con mĆ”s madurez. Al menos al principio pensĆ© que era eso. Mi amigo estaba derrumbado en el sillĆ³n y yo no podĆa parar de pensar, creo incluso que se lo dije, que “es fĆŗtbol, hay cosas mĆ”s importantes”. Y esa maldita frase, real o no, me hizo pensar luego en lo distinto que estoy. En la diferencia con los cinco finales tristes de mundiales pasados. En la falta de pasiĆ³n, en el vaciĆ³, en tener realmente claro que hay cosas mĆ”s importantes y que no sufrir este mundial como antes fue por el solo hecho de que no tengo esas cosas. PensĆ© en que si las tuviera seguramente sentirĆa ese correr de sangre que pica. En cambio me encontrĆ© con un resultado deportivo que me cacheteĆ³ para decirme “no tenĆ©s esas cosas mĆ”s importantes”. Me sentĆ apagado. Vacio, en off.
Hoy lunes terminĆ© de rasquetear el fondo. Me comprĆ© una imaginaria espĆ”tula gigante y saquĆ© los restos de pintura seca que quedaban y me vaciĆ© por completo. Esos restos de pinturas incluĆan, entre otras cosas, restos de Richard. Te juro, y ojalĆ” me creas, que no intento repetir patrones. No sĆ© trata de eso. Lo hablamos un millĆ³n de veces y sĆ© que crees en eso pero mi pensar en Richard tiene que ver con que no puedo dejar de compararme. No quiero hacer su camino, no sĆ© cuantas similitudes, ademĆ”s del apellido, tengo. Pero no quiero ese camino. Pero si lo tengo presente y me comparo. Y pierdo… siento que pierdo.
Hoy Ayita me dijo que el prĆ³ximo mundial damos la vuelta con Maradona en Brasil y pensaba que para el prĆ³ximo voy a tener 35 aƱos. Y sabes quĆ©? Mi viejo naciĆ³ en el 44 y en el 79 cuando nacĆ yo tenĆa 35 aƱos, casi los que voy a tener yo en el 2014. Y no pude dejar de compararme. No pude.
Mientras volvĆa en el colectivo pensaba en esta frase del vacĆo. Del terminar de sacar la pintura. Pensaba en que realmente estoy vacio y el recipiente se muere de ganas de volver a llenarse. Pero tambiĆ©n pensaba que, como esta Mar del Plata que cada 4 aƱos se viste de celeste y blanco, o aquella Punta Alta iluminado por navidad, las cosas duran poco y caemos nuevamente y al tiempo estamos otra vez poniendo luces o colgando el banderĆn como si fuera algo nuevo. Y sabes quĆ©? No lo es. No lo es para nada. Es un lugar que ya tenĆamos ganado, lo perdimos, retrocedimos, y ahora lo encontramos nuevamente pero con la certeza de que se perderĆ” de nuevo. Es un cĆrculo que en fĆŗtbol dura 4 aƱos.
En mi vida no sĆ© cuĆ”nto dura pero tengo miedo de estar en un circulo. Tengo miedo que este vacĆo, listo para llenarse, sea igual a otros. Sea idĆ©ntico a otros que nunca terminaron de llenarse. De que este amague sea solo comenzar una vez mĆ”s la ronda.
Y a Richard lo extraƱo… Y tampoco sĆ© bien que hacer con eso.
No sĆ© si “para nonainoninonero, no sĆ© pa´ que pero” me quiero querer. Es mĆ”s, incluso me quiero, y es algo con lo cual tampoco sĆ© bien que hacer.
PD. HacĆa mucho que no escribĆa y no esperen una coherencia. Ni siquiera lo hice para que lo lean, solamente necesitaba sacarme esto de adentro.
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