Plaza Roberto Artl
Las hormigas caminan por los huecos de pasto que quedan entre los empedrados de este particular lugar. Van de un lado a otro. Algunas solas. Otras con carga. Se chocan. Se miran. Se olfatean. Se reconocen y siguen…
Esta es una de las primeras plazas que descubrĆ en Buenos Aires. Sin dudas es mi preferida del micro centro porteƱo. Poco tiempo despuĆ©s de conocerla supe quien fue realmente Roberto Artl, y mucho tiempo despuĆ©s me enterĆ© que aquĆ estaba ubicada la casa de Lisandro de la Torre y que en algĆŗn lugar de estos empedrados estaba el despacho donde se quitĆ³ la vida a comienzos del 1900.
Raro y jodido el tiempo. VolvĆ a este lugar 10 aƱos despuĆ©s de pisarlo por primera vez. Siguen los mismos empedrados, el mismo “parador” de motoqueros y seguramente hasta los mismos hormigueros, pero el reloj de arena siguiĆ³ corriendo y ya no somos los mismos. QuizĆ”s nos parecemos mĆ”s a una copia de mala calidad de lo que alguna vez fuimos o quisimos ser: “Yo tan solo 20 aƱos tenĆa" dice el tango.
Este viaje estuvo lleno de revoluciones. Realmente fue un despertar a los dĆas que vienen, a los que faltan. Me dijeron que me estaba reencontrando conmigo, con lo que soy, con mis raĆces. Y si bien descubrĆ esas palabras en el momento que me las dijeron es exactamente asĆ como me sentĆ aquella tarde porteƱa del miĆ©rcoles 30 de Septiembre a las 12:50 del mediodĆa. EncontrĆ© el clan Acosta, me sentĆ parte. DescubrĆ la logia que no sabĆa que existĆa pero necesitaba. Me sentĆ parte. Me identifiquĆ©. Me encontrĆ© en un mapa que siempre me tuvo de un lado al otro buscando no sĆ© quĆ©.
“Es bueno reconstruir nuevos recuerdos”. Es un camino que empecĆ© en aquel regreso que no serĆ” uno mĆ”s en mi historia. Hace tiempo aprendĆ que no hay nada mĆ”s triste que un recuerdo feliz, y quizĆ”s por eso en este momento que estoy escribiendo una de los momentos mas importantes que irremediablemente derivan en tristezas futuras porque sin dudas es una de los momentos que mĆ”s se acerca a la felicidad. CrecĆ volando y ya no veo ni mi propia sombra. Los fantasmas quedaron atrĆ”s.
Me voy a plaza de mayo, despuĆ©s les cuento como sigue todo pero antes les regalo una canciĆ³n. VolvĆ 10 aƱos despuĆ©s y todo es distinto. Nunca mĆ”s he de verla, quien sabe no sea un bien para mĆ el desengaƱo, no ha de ser la ciudad de entonces ni tampoco yo tengo veinte aƱos.
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