Mis cómodas zapatillas
No soy ciego. Veo la foto igual que ustedes. Incluso veo las zapatillas personalmente, las toco y hasta siento su olor. Y debo reconocer que no son lindas. Están muy rotas, muy gastadas. Pero son cómodas. Me cuesta despegarme de ellas.
Pensaba en la cantidad de cosas no-lindas que hacemos a diario pero se sienten cómodas. Esa sensación de algo conocido. De no tener miedo. De estar tranquilos no porque sea bueno el lugar donde estamos parados sino porque es conocido y nos es más fácil, y más cobarde, quedarnos ahí y no cambiar.
Muchas veces me he sentido en ese lugar. Incluso hoy me siento en ese lugar. En un lugar conocido en el cual miro a los cuatro costados y nada me sorprende. Un lugar absolutamente cómodo y familiar, pero para nada lindo. ¿Qué me hace quedarme ahí? Supongo que la comodidad. Supongo que el miedo a buscar un lugar distinto. El miedo a correrme aun que más no sea un milímetro hacía uno de los costados. Miedo a pararme de otra forma. Miedo a mirar desde otro punto de vista. Supongo que el miedo que me provoca cambiar la perspectiva. Ya no vería cosas conocidas. Serían cosas nuevas. Cosas para explorar. Nada sería cómodo, nada me resultaría familiar, y es ahí donde la palabra, y el sentimiento, miedo comienza a rondar en mí.
Este sentimiento de comodidad también lo he visto en otras personas. El hacer las cosas mal pero auto-convencerse de que están bien, e incluso hablarle a los demos desde ese convencimiento inverosímil. Es una situación muy cómoda, pero para nada linda. Básicamente este instante de mi vida, y esos instantes que describí de otras personas, están rodeados de una falsa sensación se seguridad. De creer en que las cosas están bien así, que lo nuevo no solo provoca miedo sino que va a ser malo. De no darnos cuenta que en realidad puede ser mejor que el hoy o en el peor de los casos igual. Pero distinto.
Hoy me levanté de la siesta, miré mis zapatillas viejas y me puse a pensar en esto. En lo cómodas que son. En lo cotidianas que son. Y también en lo feas que son. Debería cambiarlas. Creo que será mi regalo de cumpleaños. No hace mucho regalé un zapatito que aún guardo entre mis cosas. Un zapatito que tengo sobre los estantes que armé en casa hace poco. Un zapatito que sirvió para que la dueña de ese regalo recupere la sonrisa, para que pise el mundo de la misma forma que lo pisaba hace muchos años atrás. Quizás llegó el momento de cambiar las zapatillas. De dejar atrás el pasado. Quizás me anime a correrme ese milímetro y mirar, con miedo, lo nuevo que anda dando vueltas por ahí. Quizás sea el principio del fin o tal vez se convierta en el fin del principio.
Que cómodas mis zapatillas! Me cuesta despegarme de ellas pero me dicen que hay lugares donde a cambio de plata te dan unas nuevas, lindas y que prometen ser igual o más cómodas. Soy muy desconfiado, me cuesta creer, la mejor forma va a ser probar si es tan así.
Que cómodo este lugar en el que estoy! Que conocido! Me cuesta despegarme de este espacio pero me dicen que hay lugares donde cuando uno menos lo espera se cruza con gente o cosas nuevas, lindas y que prometen ser igual o más cómodas que las anteriores. Soy muy desconfiando, me cuesta creer, la mejor forma será correrme un poquito y mirar si es tan así.
“Quizás los siguientes días sigan siendo terribles y grises. Puede ser, pero puedo que no. Puede que todo cambie. Que los días que tienen que venir habrán ventanas a la esperanza. Este puede ser un buen comienzo. Este puede ser un buen principio.”
Pd. Volví a escribir. Que lindo se siente!
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