Las veces...
Hay veces en las que creo que no hay nada que pueda hacer. No sĆ© como explicarlo, es algo que se siente y no tiene muchas letras para decir que o cĆ³mo es.
Solo se que en esos instantes los pasos son mirar para atrĆ”s pero para llenar la bolsa del haber. Contar los dĆas para atrĆ”s sin la nostalgia de lo perdido sino mirando las huellas de lo conseguido en el camino. Y mirar lo que viene. QuizĆ”s mirarlo sin fechas, sin tiempos, sin figuras humanas que lo rodean, pero hacerlo sabiendo que solo serĆ” cuestiĆ³n de tener ganas, de desear, de caminar y de llegar a eso. Porque hay algo seguro en esos momentos, cualquier cosa, material o afectiva, se que va a llegar. No hay otro futuro que no sea conseguirlo.
Hay veces en las cuales siento que paso la barrera. Me acuerdo de Punta Alta y de Puerto Belgrano. En mi familia inmediata nunca hubo alguien que sea militar para poder pasar la barrera de entrada cuando yo quisiera. Ni fui a su escuela tƩcnica. Ni nada.
Mis entradas en la base fueron a la pileta cubierta de suboficiales y a jugar al bĆ”squet al estadio con mi primo Emiliano. De esto ultimo recuerdo que Ćbamos en bicicleta. Ćl y su hermano tenĆan pase entonces yo usaba el de mi primo menor, lo mostraba de lejos sin parar la bicicleta, solo disminuyendo la velocidad, y me aprovechaba del control no tan estricto de la PolicĆa Militar.
Las otras visitas fueron en los dĆas de puertas abiertas. En algunas fechas especiales los militares querĆan amigarse con el pueblo entonces los civiles podĆamos pasar, recorrer el puerto, subir al portaaviones Independencia, dar una vuelta en anfibio. Todo un dĆa de paseo. Era como un Aquasol gigante pero sin juegos de agua, aunque con la misma fila de espera cada vez que querĆamos ver un barco de guerra por dentro.
Hay veces que me siento como en ese dĆa de “Puertas Abiertas”. Son momentos en los que la barrera estĆ” alta, no se necesita un “pase a la base” y puedo pasar esa l
Ćnea. Y allĆ viene esa sensaciĆ³n de que todo lo puedo, de que no hay nada prohibido, de que solo es proponĆ©rselo y buscarlo, de que soy realmente yo. Al 100%. Yo.
Hay veces en las que me tengo que subir a la bicicleta, mostrar de lejos un carnet trucho para que no sea vea la foto y pasar. A veces no importan tanto los medios. Lo que vale es pasar la barrera y saber que una vez dentro sigo siendo yo. El del 100%.
Solo se que en esos instantes los pasos son mirar para atrĆ”s pero para llenar la bolsa del haber. Contar los dĆas para atrĆ”s sin la nostalgia de lo perdido sino mirando las huellas de lo conseguido en el camino. Y mirar lo que viene. QuizĆ”s mirarlo sin fechas, sin tiempos, sin figuras humanas que lo rodean, pero hacerlo sabiendo que solo serĆ” cuestiĆ³n de tener ganas, de desear, de caminar y de llegar a eso. Porque hay algo seguro en esos momentos, cualquier cosa, material o afectiva, se que va a llegar. No hay otro futuro que no sea conseguirlo.
Hay veces en las cuales siento que paso la barrera. Me acuerdo de Punta Alta y de Puerto Belgrano. En mi familia inmediata nunca hubo alguien que sea militar para poder pasar la barrera de entrada cuando yo quisiera. Ni fui a su escuela tƩcnica. Ni nada.
Mis entradas en la base fueron a la pileta cubierta de suboficiales y a jugar al bĆ”squet al estadio con mi primo Emiliano. De esto ultimo recuerdo que Ćbamos en bicicleta. Ćl y su hermano tenĆan pase entonces yo usaba el de mi primo menor, lo mostraba de lejos sin parar la bicicleta, solo disminuyendo la velocidad, y me aprovechaba del control no tan estricto de la PolicĆa Militar.
Las otras visitas fueron en los dĆas de puertas abiertas. En algunas fechas especiales los militares querĆan amigarse con el pueblo entonces los civiles podĆamos pasar, recorrer el puerto, subir al portaaviones Independencia, dar una vuelta en anfibio. Todo un dĆa de paseo. Era como un Aquasol gigante pero sin juegos de agua, aunque con la misma fila de espera cada vez que querĆamos ver un barco de guerra por dentro.
Hay veces que me siento como en ese dĆa de “Puertas Abiertas”. Son momentos en los que la barrera estĆ” alta, no se necesita un “pase a la base” y puedo pasar esa l
Ćnea. Y allĆ viene esa sensaciĆ³n de que todo lo puedo, de que no hay nada prohibido, de que solo es proponĆ©rselo y buscarlo, de que soy realmente yo. Al 100%. Yo.
Hay veces en las que me tengo que subir a la bicicleta, mostrar de lejos un carnet trucho para que no sea vea la foto y pasar. A veces no importan tanto los medios. Lo que vale es pasar la barrera y saber que una vez dentro sigo siendo yo. El del 100%.
Me canso de ser hombre
Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerĆas y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.
El olor de las peluquerĆas me hace llorar a gritos.
SĆ³lo quiero un descanso de piedras o de lana,
sĆ³lo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderĆas, ni anteojos, ni ascensores.
Sucede que me canso de mis pies y mis uƱas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.
Sin Embargo serĆa delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
SerĆa bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frĆo
No quiero seguir siendo raĆz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueƱo,
hacia abajo, en las tapias mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada dĆa.
No quiero para mĆ tantas desgracias.
No quiero continuar de raĆz y de tumba,
de subterrƔneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriƩndome de pena.
Por eso el dĆa lunes arde como el petrĆ³leo
cuando me ve llegar con mi cara de cƔrcel,
y aĆŗlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.
Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas hĆŗmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterĆas con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas...
Pablo Neruda
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