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El dolor

El prĆ­ncipe Ianos Kusnitz era uno de los hombres mas poderosos de Polonia.
En su castillo, cercano a Cracovia, disfrutaba de todos los placeres que la riqueza suele facilitar. Era un hombre muy galante y como carecĆ­a de cualquier escrĆŗpulo tenia numerosas amantes a las que atendĆ­a en forma sucesiva o simultĆ”nea. TambiĆ©n era excelente cazador, poeta, taƱedor de citaras. Su vida era muy intensa e interesante.
Hasta que un marido celoso dispuso que unos magos lo hechizaran.
De resulta de este maleficio el prĆ­ncipe Kusnitz empezĆ³ a sentir un dolor agudizo y permanente en un punto situado entre los omoplatos. No era un dolor extenso pero su intensidad era tal que al prĆ­ncipe le resultaba imposible registrar cualquier otra sensaciĆ³n que no fuera ese dolor. Los mĆ©dicos de la corte no alcanzaron a explicarse el origen de aquel mal pero los astrĆ³logos pronto le dijeron que el dolor lo acompaƱarĆ­a toda su vida y que solamente desapareceria una vez por aƱo el dĆ­a de san juan. Desde entonces el prĆ­ncipe viviĆ³ en perpetua sufrimiento.
Cada 24 de junio, sin embargo, libre de todos sus tormentos se entregaba a unas actividades asombrosas que incluĆ­an banquetes, cacerĆ­as, cantos y cabalgatas de toda Ć­ndole. Al amanecer el 25 de junio el dolor se presentaba puntualmente y el prĆ­ncipe solo tenĆ­a tiempo de quejarse.
Al cabo de algunos aƱos advirtiĆ³ que los placeres del dĆ­a de san juan estaban contaminados por la certeza de su carĆ”cter de efĆ­meros y que no podĆ­a gozar de ellos. Desde entonces su dĆ­a de alivio lo usaba para sufrir por el dĆ­a siguiente.
Los astrĆ³logos despuĆ©s de arduos procedimientos mĆ”gicos le consiguieron nuevos dĆ­as de gracia. El dĆ­a de todos los santos, el dĆ­a de navidad, la pascua de resurrecciĆ³n. Pero el prĆ­ncipe no aprovechaba aquellas jornadas y hasta podrĆ­a decirse que sufrĆ­a mas durante ellas.
Pasaron los aƱos, los magos redujeron los dƭas de tormento y aumentaron los de gracia. Finalmente resulto que el prƭncipe sufrƭa su dolor en los omoplatos solamente un dƭa por aƱo aunque no era posible establecer la fecha exacta.
Kusnitz nunca volviĆ³ a disfrutar de los placeres del cuerpo y el espĆ­ritu, se la pasaba encerrado en su alcoba gimiendo, gritando, llorando, y temiendo la visita del dolor.

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