(...) son la mayoría.
Los días cambian. Las mañanas, las tardes y las noches son distintas.
Últimamente mis mañanas me traen esas ganas de lo que viene. Traen esas sorpresas dignas de una ciudad como Buenos Aires donde alguien dijo que en cada esquina nos espera un desafío. No son todas las mañanas pero son la mayoría.
Las tardes son tranquilas. Son tardes de pueblo pero sin siesta. Son horas calmas que en algunos momentos me hacen planear con optimismo lo que viene. Me hacen reír, me hacen hablar de Punta Alta, me hacen armar semanas que poco a poco se van llenando de tareas que antes no había, me hacen hacer chistes de doble sentido. Y este tiempo ocupado provocada una sensación muy diferente a la de vacio acostumbrada. Sensación que por momentos llegué a pensar que serían tan crónica como mi diabetes. No son todas las tardes pero son la mayoría.
Las noches me sorprenden con frio pero solo por la altura del año. Por esta ola polar que aparece y desaparece, por los vientos de Mar del Plata, por el abrir y cerrar de la puerta de atrás del colectivo que me lleva diariamente a casa. Me sorprenden ocupado y fuera de casa. Con una agenda un poco mas cargada que antes que me llena de una forma similar a cuando llenamos los pulmones para meternos debajo del agua. No son todas las noches pero son la mayoría.
Son días en los cuales aún no noto grandes diferencias interiores pero el afuera se mueve, lo hago mover. Me permito pensar un poco más allá y hacerlo con cierto grado de optimismo. Con cierta proyección. Con planes. Con sueños. Con objetivos que poco a poco van tomando una forma real y sorprendente. No son todos los días pero son la mayoría.
Quizás lo mas similar a mi pasado siguen siendo las madrugadas. Horas oscuras, de sueño discontinuo, de pesadillas que me hacen despertar asustado o angustiado. Sueños que traen recuerdos, lágrimas y miedos. Sensaciones que se estiran un poco mas allá de la madrugada y en gran parte amenazan con empañar mis mañanas. Y ahí el circuito se repite: baño, ascensor, caminar dos cuadras, colectivo, pasar siempre por aquella misma esquina q muchas veces me hacen desangrar y me llena la cara de picazón, música, radio, persiana que se levanta, y ahí sí… nuevamente esas buenas mañanas que no son todas pero son la mayoría.
No voy a decir que todo va bien pero en el fondo lo sospecho.
Últimamente mis mañanas me traen esas ganas de lo que viene. Traen esas sorpresas dignas de una ciudad como Buenos Aires donde alguien dijo que en cada esquina nos espera un desafío. No son todas las mañanas pero son la mayoría.
Las tardes son tranquilas. Son tardes de pueblo pero sin siesta. Son horas calmas que en algunos momentos me hacen planear con optimismo lo que viene. Me hacen reír, me hacen hablar de Punta Alta, me hacen armar semanas que poco a poco se van llenando de tareas que antes no había, me hacen hacer chistes de doble sentido. Y este tiempo ocupado provocada una sensación muy diferente a la de vacio acostumbrada. Sensación que por momentos llegué a pensar que serían tan crónica como mi diabetes. No son todas las tardes pero son la mayoría.
Las noches me sorprenden con frio pero solo por la altura del año. Por esta ola polar que aparece y desaparece, por los vientos de Mar del Plata, por el abrir y cerrar de la puerta de atrás del colectivo que me lleva diariamente a casa. Me sorprenden ocupado y fuera de casa. Con una agenda un poco mas cargada que antes que me llena de una forma similar a cuando llenamos los pulmones para meternos debajo del agua. No son todas las noches pero son la mayoría.
Son días en los cuales aún no noto grandes diferencias interiores pero el afuera se mueve, lo hago mover. Me permito pensar un poco más allá y hacerlo con cierto grado de optimismo. Con cierta proyección. Con planes. Con sueños. Con objetivos que poco a poco van tomando una forma real y sorprendente. No son todos los días pero son la mayoría.
Quizás lo mas similar a mi pasado siguen siendo las madrugadas. Horas oscuras, de sueño discontinuo, de pesadillas que me hacen despertar asustado o angustiado. Sueños que traen recuerdos, lágrimas y miedos. Sensaciones que se estiran un poco mas allá de la madrugada y en gran parte amenazan con empañar mis mañanas. Y ahí el circuito se repite: baño, ascensor, caminar dos cuadras, colectivo, pasar siempre por aquella misma esquina q muchas veces me hacen desangrar y me llena la cara de picazón, música, radio, persiana que se levanta, y ahí sí… nuevamente esas buenas mañanas que no son todas pero son la mayoría.
No voy a decir que todo va bien pero en el fondo lo sospecho.
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