Avestruz

QuizĆ”s es hora de dejar de emprender huidas. QuizĆ”s es hora de mirarnos un poco mĆ”s, de no conformarnos con el triste y conformista “es asĆ, q se le puede hacer?”. Lo paradójico es que en el momento que decido hacer eso. Cuando quiero dejar las huidas de lado y repasar cada una de mis renuncias inevitablemente ellas aparecen.
Esta versión que pone la cara cuando sabe que tiene chances de perder tiene sus fallas. Esta versión de espaldas anchas las tiene solo para Ć©l. Solo para mĆ. Me cuesta mucho estar cuando el dolor es del otro. Me cuesta mucho el dolor ajeno de la gente que quiero que estĆ© bien. Y aquĆ cometo una nueva, y gravĆsima, contradicción. Querer tanto a alguien que en el momento menos indicado salgo corriendo.
Me banco mis fracasos. Mis llantos. Mis pérdidas. Mis frustraciones. Mis tropiezos. Me hago cargo de mis miedos. De mis errores y horrores. Del tiempo que no vuelve, que nunca vuelve. Porque al fin y al cabo soy la causa de todo eso. Soy el punto en común. Soy el culpable o al menos uno de los responsables.
Pero cuando toda esa larga lista le pasa a alguien mas no sé cómo estar. No sé cómo evitar salir corriendo. Cómo no esconderme. No sé, ni sabo, cómo ponerme esa pilcha que en ocasiones siento que me queda muy bien. No sé cómo no defraudar con cada uno de mis pasos. Cómo dejar de hacer exactamente lo que no tengo que hacer.
Para ser mĆ”s claro. Si no fuera yo el que escribe, si no me conociera, si esta forma de manejarme fuera de otra persona y no mĆa, dirĆa que estamos antes la presencia de un tipo que cuando estĆ” mal busca ayuda pero cuando estĆ” bien desaparece. Cuando el otro lo necesita, cuando sufre, este tipo se borra. Da la impresión de que se borra.
Y ya nuevamente dentro de mà puedo decir que es eso. Da la impresión de que se borra, de que no le importa. Es una impresión y no la verdad. En realidad es como sentirse débil. Sentir la ausencia de cierta fortaleza interna imprescindible para seguir con mÔs pilas que el conejito de Duracel. Y ésta falta de fortaleza, o al menos ésta creencia de tener semejante carencia, hace que cuando veo el dolor o el sufrimiento de alguien muy querido me alejo. No porque no me importe. No porque disfrute que estÔ mal. No porque quiera que lo esté. Lo hago simplemente porque ese estado rebota como un espejo provocando en mà un dolor aún mayor. Me protejo. Huyo para otra guerra, pero para una guerra que voy a emprender yo. No puedo estar. Me escondo. Me escapo. Abandono. Los abandono.
Me resulta algo muy Ramiro. Pero me pasó que al compartir esta sensación lo encontré como algo muy humano o al menos muy de humanos que conozco y quiero. No vi ninguna expresión de rechazo al hablarlo. Muy por el contrario encontré caras cómplices diciendo a mi también me pasa. Yo también me he escapado.
No sĆ© cómo arreglarlo. Realmente me gustarĆa hacerlo. Me gustarĆa crecer en este sentido ya que en otros se me estĆ” haciendo un poco dificil hacerlo.
Esos otros sentidos se parecen a los finales de canciones Ćŗltimo disco de Ismael. Canciones que siempre tienen un final con esperanza. Pero una esperanza rara porque por ahĆ la esperanza deberĆa ser que hay un maƱana. Que hay momentos que se pueden, y deben, dejar ir y seguir. Que se sigue.
Pero este tipo NO!! Este tipo te lleva a la reincidencia, al esperar, al aguantar, al mantener la luz de vela aún cuando ya no queda mas vela y solo nos queda el cordoncito negro. Te hace tomar como una opción la posiblidad de que aún no terminó. Ye hace sentir "bueno, si espero, capaz que esta vez si funciona"...
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