"San Salvador", Patrono de los Pescadores
El domingo hice una larga caminata. Siempre me ayudaron a pensar mĆ”s claramente, a analizar las cosas. A tomar decisiones. Tengo algunos ejemplos de situaciones asĆ y quizĆ”s las que mĆ”s recuerdo son las caminatas previas a venir a Mar del Plata allĆ” por fines del 2005 y principios del 2006.
La cosa es que el domingo pasado salĆ por la costa con el firme objetivo de llegar al punto mĆ”s lejano de la escollera sur. En total tardĆ© 1:55hs. Fue largo pero lo llevĆ© bien al menos hasta llegar a la Base Naval. Esas cuadras se me hicieron interminables. El paisaje tampoco ayudaba mucho, atrĆ”s habĆan quedado el Paseo Hermitage, el TorreĆ³n, BahĆa Varesse, Cabo Corrientes y la mismĆsima Playa Grande. Pero esa caminata bajo el sol sobre la vereda de la Base fue difĆcil. Tanto que ni bien lleguĆ© a Juan B Justo entrĆ© en la estaciĆ³n de servicio a comprar un agua. Hasta ese momento el paisaje era mas o menos lo esperado: Perros corriendo por la arena, un millĆ³n de motos, chicos en skate, chicas en roller, parejas tomando sol, jubilados paseando…
En la estaciĆ³n, mientras esperaba pagar, me llamaron la atenciĆ³n dos chicos que estaban en una mesa. Ella tomaba una coca y Ć©l, sentado un poco lejos, la miraba nervioso. Golpeaba las yemas de sus dedos en la mesa. Ella muy concentrada en el televisor, con la vista fija. Ćl seguĆa nervioso. Los perdĆ de vista mientras pagaba el agua pero sin dudas esos segundos que se tomĆ³ la cajera en darme el cambio fueron fundamentales porque cuando me iba Ć©l algo ya le habĆa dicho, y ella se reĆa a carcajadas. Con muchas ganas. Ćl ya estaba sentado mĆ”s cerca, con menos nervios. A ella ya no le importaba el televisor. Y yo, yo me habĆa perdido ser testigo de un momento importante en sus vidas.
SeguĆ camino. DejĆ© atrĆ”s la manzana de los circos y el centro comercial Chichilo. Cuando encarĆ© hacia la escollera el trĆ”nsito de autos se hizo muy grande. Lo primero que uno encuentra es, a la derecha, la entrada a la playa del puerto, y a la izquierda, la reserva de lobos. Es la cuarta vez en mi vida que paso por este lugar. Hay algo que recuerdo un poco mĆ”s que el olor desagradable de los lobos, y es el cartel que decĆa 3000mts.
Faltaba mucho aun para llegar. De todas formas me propuse hacerlo y asĆ fue. A mitad de camino, mientras esquivaba autos y pescadores, me detuve en una pintada que decĆa “Marcela: Casate conmigo. Javier (12/07/07)”. Me pregunto que habrĆ” pasado con esa historia.
Al llegar a la punta de la escollera lo mĆ”s normal hubiese sido sentir alegrĆa por cumplir con el objetivo luego de casi dos horas, pero en realidad sentĆ alivio. Lo sentĆ yo y sobretodo mis piernas. Me sentĆ© a mirar el mar. Me acordĆ© de una frase de mi vieja que me recomendaba sentarme frente al mar y mirarlo. Mirar al mar para que se lleve todo lo malo.
SeguĆ recorriendo las piedras y descubrĆ que la gente del puerto en particular, o quizĆ”s la de Mar del Plata en general, usa ese lugar para proponer casamiento. No sĆ© si serĆ” tan asĆ pero vi una inscripciĆ³n que decĆa “Te amo, te necesito, te pido casate conmigo (21/02/08)” y me pareciĆ³ mucha casualidad. Hasta lleguĆ© a imaginarme la situaciĆ³n del flaco invitando a caminar a la chica. Ella con muy pocas ganas de caminar diciendo que sĆ. El flaco con pasos rĆ”pidos por la escollera, apurado por llegar. Ella cansada, queriendo ir mĆ”s despacio. Los dos subiendo las escaleras para llegar a ese graffiti, el no pudiendo contener la ansiedad. Diciendo “¿nos sentamos acĆ”?”. Ella sentĆ”ndose y sus ojos poco a poco, centĆmetro a centĆmetro, descubriendo ese mensaje. No pudiendo creer lo que veĆa. No entendiendo si es verdad o si hay un loco que se llama igual que su novio que quiere a alguien que se llama igual que ella. Ćl con cara de "¡que grande yo!”. Ella diciendo que sĆ…
SeguĆ dando vueltas por ese sector. Lo que mas me llamĆ³ la atenciĆ³n fue un tipo que caminaba sĆ³lo. VestĆa ropa informal y llevaba unos lentes sol que no cumplĆan que su objetivo de pasar desapercibido. Quiero decir que a pesar de su esfuerzo igual se notaba que debajo de sus lentes le caĆan lĆ”grimas sobre la mejilla. Me di cuenta porque cuando quise bajar las escaleras pasĆ© muy cerca de Ć©l y, en ese instante que nos miramos a la cara, no pude evitar sentir su tristeza.
DespuĆ©s, disimuladamente, lo seguĆ con la vista. No querĆa ponerlo incomodo asĆ que me alejĆ© unos metros pero lo seguĆ observando. Trataba de imaginarme que le pasaba. Se sentĆ³ un rato cerca del monumento del “San Salvador”. No parecĆa rezar, casi podrĆa jurar que no lo hacĆa, pero lo miraba. Buscaba paz. Me imaginĆ© que serĆa alguna fecha importante. Que quizĆ”s ese 20 de Abril era un aniversario importante. QuizĆ”s la muerte de algĆŗn familiar o un amigo en altamar. QuizĆ”s los brazos abiertos del Patrono de los Pescadores abrazaban alguna persona que ya no estaba entre nosotros. Y claro, era lĆ³gico. Pobre tipo. No se si estĆ” bien esto de sentir lĆ”stima por los demĆ”s, ni siquiera sĆ© si lo que yo sentĆ por Ć©l era lastima, pero su situaciĆ³n era una en la cual no me hubiese gustado estar. Por momentos parecĆa un fantasma, era casi transparente. Su alma no estaba con Ć©l. Era una sombra caminando a paso de hormiga, con las manos en los bolsillos de la campera de jeans. Se acercaba a los pescadores que estaban en la escollera y cuando las piedras detenĆan la marcha de las olas y salpicaban a todos, Ć©l se quedaba. No le afectaba el agua. ParecĆa invisible, seguro que sentĆa que el agua no lo podĆa mojar porque simplemente fĆsicamente no se sentĆa ahĆ. Fue un poco triste. DecidĆ dejarlo en paz con su dolor.
Antes de emprender el regreso a casa pasĆ© frente al monumento. Lo mirĆ© desde abajo. Es enorme. Me reĆ por una gaviota que no encontrĆ³ mejor lugar para descansar que la cabeza del cristo. Para mĆ siempre fue el cristo, desde el domingo a la tarde aprendĆ que es “San Salvador, Patrono de los Pescadores”.
El regreso fue cansador y a mitad de la escollera ya habĆa decidido volver a casa en colectivo. Me puse a mirar nuevamente las paredes. Vi un mural realizado con, segĆŗn leĆ, 430 mosaicos de 4,50 por 3,50 metros. Es una obra de Eduardo Riggio, se llama “Alito de arena” y muestra a un barco encallado. La idea era seguir con esta especie de exposiciĆ³n. Incluso se propuso que los pasos de Riggio sean seguidos por JosĆ© Solla y NĆ©stor Villar Errecart pero parece que quedĆ³ en la nada. Tan olvidada quedĆ³ la idea “Alito de arena” ya tiene unos 70 mosaicos menos…
Antes de pasar nuevamente por la reserva vi un cartel escrito con aerosol por un tal Antonio que decĆa “Quilmes es un Carnaval”. Es raro porque siempre pensĆ© que Quilmes era una ciudad, un club de fĆŗtbol fundado por ingleses o en todo caso un cerveza, pero nunca lo habĆa visto como un carnaval. Seguramente debe ser el lugar mas alegrĆ© del mundo, aunque lo dudo porque hace aƱos pasĆ© varios momentos ahĆ y no es muy diferente a Punta Alta. Solo tiene mĆ”s gente.
Cuando dejĆ© atrĆ”s la reserva de 800 lobos machos, segĆŗn el cartel turĆstico, ya solo me quedaban unas cuadras y casi una hora de colectivo para regresar a casa. HabĆan pasado casi 4 horas. Fue una linda caminata. Siempre me ayudaron a pensar mĆ”s claramente, a analizar las cosas. A tomar decisiones.
El dĆa ya se habĆa terminado pero antes hay algo que no puedo dejar de mencionar. Creo que no les contĆ© que al final del recorrido, en la parada de colectivos, me crucĆ© con el fantasma. Me refiero al tipo que les contaba antes, el de ropa informal y lentes de sol. Si leyeron algĆŗn texto anterior saben que me considero un buen tipo y no sĆ© por quĆ© en ese instante quise demostrarlo. Me acerquĆ© y le preguntĆ© si lo podĆa ayudar en algo. Su semblante era el mismo que en la escollera. Se subiĆ³ los lentes, pude comprobar que no me equivocaba con respecto a las lĆ”grimas, y me dijo “gracias, pero no”. No quise molestarlo mĆ”s y me propuse alejarme. Mientras me daba media vuelta siguiĆ³ hablando. Me dijo que estaba asĆ por amor, mejor dicho por desamor. Luego se puso los lentes nuevamente, y mientras se subĆa al 562 revisaba los mensajes que su mamĆ” le habĆa mandado con el resultado de Sporting en el clĆ”sico de Punta Alta. Que tipo raro, menos mal que fue la Ćŗnica y Ćŗltima vez que lo vi.
La cosa es que el domingo pasado salĆ por la costa con el firme objetivo de llegar al punto mĆ”s lejano de la escollera sur. En total tardĆ© 1:55hs. Fue largo pero lo llevĆ© bien al menos hasta llegar a la Base Naval. Esas cuadras se me hicieron interminables. El paisaje tampoco ayudaba mucho, atrĆ”s habĆan quedado el Paseo Hermitage, el TorreĆ³n, BahĆa Varesse, Cabo Corrientes y la mismĆsima Playa Grande. Pero esa caminata bajo el sol sobre la vereda de la Base fue difĆcil. Tanto que ni bien lleguĆ© a Juan B Justo entrĆ© en la estaciĆ³n de servicio a comprar un agua. Hasta ese momento el paisaje era mas o menos lo esperado: Perros corriendo por la arena, un millĆ³n de motos, chicos en skate, chicas en roller, parejas tomando sol, jubilados paseando…
En la estaciĆ³n, mientras esperaba pagar, me llamaron la atenciĆ³n dos chicos que estaban en una mesa. Ella tomaba una coca y Ć©l, sentado un poco lejos, la miraba nervioso. Golpeaba las yemas de sus dedos en la mesa. Ella muy concentrada en el televisor, con la vista fija. Ćl seguĆa nervioso. Los perdĆ de vista mientras pagaba el agua pero sin dudas esos segundos que se tomĆ³ la cajera en darme el cambio fueron fundamentales porque cuando me iba Ć©l algo ya le habĆa dicho, y ella se reĆa a carcajadas. Con muchas ganas. Ćl ya estaba sentado mĆ”s cerca, con menos nervios. A ella ya no le importaba el televisor. Y yo, yo me habĆa perdido ser testigo de un momento importante en sus vidas.
SeguĆ camino. DejĆ© atrĆ”s la manzana de los circos y el centro comercial Chichilo. Cuando encarĆ© hacia la escollera el trĆ”nsito de autos se hizo muy grande. Lo primero que uno encuentra es, a la derecha, la entrada a la playa del puerto, y a la izquierda, la reserva de lobos. Es la cuarta vez en mi vida que paso por este lugar. Hay algo que recuerdo un poco mĆ”s que el olor desagradable de los lobos, y es el cartel que decĆa 3000mts.
Faltaba mucho aun para llegar. De todas formas me propuse hacerlo y asĆ fue. A mitad de camino, mientras esquivaba autos y pescadores, me detuve en una pintada que decĆa “Marcela: Casate conmigo. Javier (12/07/07)”. Me pregunto que habrĆ” pasado con esa historia.
Al llegar a la punta de la escollera lo mĆ”s normal hubiese sido sentir alegrĆa por cumplir con el objetivo luego de casi dos horas, pero en realidad sentĆ alivio. Lo sentĆ yo y sobretodo mis piernas. Me sentĆ© a mirar el mar. Me acordĆ© de una frase de mi vieja que me recomendaba sentarme frente al mar y mirarlo. Mirar al mar para que se lleve todo lo malo.
SeguĆ recorriendo las piedras y descubrĆ que la gente del puerto en particular, o quizĆ”s la de Mar del Plata en general, usa ese lugar para proponer casamiento. No sĆ© si serĆ” tan asĆ pero vi una inscripciĆ³n que decĆa “Te amo, te necesito, te pido casate conmigo (21/02/08)” y me pareciĆ³ mucha casualidad. Hasta lleguĆ© a imaginarme la situaciĆ³n del flaco invitando a caminar a la chica. Ella con muy pocas ganas de caminar diciendo que sĆ. El flaco con pasos rĆ”pidos por la escollera, apurado por llegar. Ella cansada, queriendo ir mĆ”s despacio. Los dos subiendo las escaleras para llegar a ese graffiti, el no pudiendo contener la ansiedad. Diciendo “¿nos sentamos acĆ”?”. Ella sentĆ”ndose y sus ojos poco a poco, centĆmetro a centĆmetro, descubriendo ese mensaje. No pudiendo creer lo que veĆa. No entendiendo si es verdad o si hay un loco que se llama igual que su novio que quiere a alguien que se llama igual que ella. Ćl con cara de "¡que grande yo!”. Ella diciendo que sĆ…
SeguĆ dando vueltas por ese sector. Lo que mas me llamĆ³ la atenciĆ³n fue un tipo que caminaba sĆ³lo. VestĆa ropa informal y llevaba unos lentes sol que no cumplĆan que su objetivo de pasar desapercibido. Quiero decir que a pesar de su esfuerzo igual se notaba que debajo de sus lentes le caĆan lĆ”grimas sobre la mejilla. Me di cuenta porque cuando quise bajar las escaleras pasĆ© muy cerca de Ć©l y, en ese instante que nos miramos a la cara, no pude evitar sentir su tristeza.
DespuĆ©s, disimuladamente, lo seguĆ con la vista. No querĆa ponerlo incomodo asĆ que me alejĆ© unos metros pero lo seguĆ observando. Trataba de imaginarme que le pasaba. Se sentĆ³ un rato cerca del monumento del “San Salvador”. No parecĆa rezar, casi podrĆa jurar que no lo hacĆa, pero lo miraba. Buscaba paz. Me imaginĆ© que serĆa alguna fecha importante. Que quizĆ”s ese 20 de Abril era un aniversario importante. QuizĆ”s la muerte de algĆŗn familiar o un amigo en altamar. QuizĆ”s los brazos abiertos del Patrono de los Pescadores abrazaban alguna persona que ya no estaba entre nosotros. Y claro, era lĆ³gico. Pobre tipo. No se si estĆ” bien esto de sentir lĆ”stima por los demĆ”s, ni siquiera sĆ© si lo que yo sentĆ por Ć©l era lastima, pero su situaciĆ³n era una en la cual no me hubiese gustado estar. Por momentos parecĆa un fantasma, era casi transparente. Su alma no estaba con Ć©l. Era una sombra caminando a paso de hormiga, con las manos en los bolsillos de la campera de jeans. Se acercaba a los pescadores que estaban en la escollera y cuando las piedras detenĆan la marcha de las olas y salpicaban a todos, Ć©l se quedaba. No le afectaba el agua. ParecĆa invisible, seguro que sentĆa que el agua no lo podĆa mojar porque simplemente fĆsicamente no se sentĆa ahĆ. Fue un poco triste. DecidĆ dejarlo en paz con su dolor.
Antes de emprender el regreso a casa pasĆ© frente al monumento. Lo mirĆ© desde abajo. Es enorme. Me reĆ por una gaviota que no encontrĆ³ mejor lugar para descansar que la cabeza del cristo. Para mĆ siempre fue el cristo, desde el domingo a la tarde aprendĆ que es “San Salvador, Patrono de los Pescadores”.
El regreso fue cansador y a mitad de la escollera ya habĆa decidido volver a casa en colectivo. Me puse a mirar nuevamente las paredes. Vi un mural realizado con, segĆŗn leĆ, 430 mosaicos de 4,50 por 3,50 metros. Es una obra de Eduardo Riggio, se llama “Alito de arena” y muestra a un barco encallado. La idea era seguir con esta especie de exposiciĆ³n. Incluso se propuso que los pasos de Riggio sean seguidos por JosĆ© Solla y NĆ©stor Villar Errecart pero parece que quedĆ³ en la nada. Tan olvidada quedĆ³ la idea “Alito de arena” ya tiene unos 70 mosaicos menos…
Antes de pasar nuevamente por la reserva vi un cartel escrito con aerosol por un tal Antonio que decĆa “Quilmes es un Carnaval”. Es raro porque siempre pensĆ© que Quilmes era una ciudad, un club de fĆŗtbol fundado por ingleses o en todo caso un cerveza, pero nunca lo habĆa visto como un carnaval. Seguramente debe ser el lugar mas alegrĆ© del mundo, aunque lo dudo porque hace aƱos pasĆ© varios momentos ahĆ y no es muy diferente a Punta Alta. Solo tiene mĆ”s gente.
Cuando dejĆ© atrĆ”s la reserva de 800 lobos machos, segĆŗn el cartel turĆstico, ya solo me quedaban unas cuadras y casi una hora de colectivo para regresar a casa. HabĆan pasado casi 4 horas. Fue una linda caminata. Siempre me ayudaron a pensar mĆ”s claramente, a analizar las cosas. A tomar decisiones.
El dĆa ya se habĆa terminado pero antes hay algo que no puedo dejar de mencionar. Creo que no les contĆ© que al final del recorrido, en la parada de colectivos, me crucĆ© con el fantasma. Me refiero al tipo que les contaba antes, el de ropa informal y lentes de sol. Si leyeron algĆŗn texto anterior saben que me considero un buen tipo y no sĆ© por quĆ© en ese instante quise demostrarlo. Me acerquĆ© y le preguntĆ© si lo podĆa ayudar en algo. Su semblante era el mismo que en la escollera. Se subiĆ³ los lentes, pude comprobar que no me equivocaba con respecto a las lĆ”grimas, y me dijo “gracias, pero no”. No quise molestarlo mĆ”s y me propuse alejarme. Mientras me daba media vuelta siguiĆ³ hablando. Me dijo que estaba asĆ por amor, mejor dicho por desamor. Luego se puso los lentes nuevamente, y mientras se subĆa al 562 revisaba los mensajes que su mamĆ” le habĆa mandado con el resultado de Sporting en el clĆ”sico de Punta Alta. Que tipo raro, menos mal que fue la Ćŗnica y Ćŗltima vez que lo vi.
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