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Intento


Intento salir, no encerrarme en estas cuatro paredes, pero cuando lo hago lo que siento es solo incomodidad y entonces el quedarme aquí siempre es una buena opción. Es ese instinto de hacer o elegir lo menos malo, aunque quizás, como muchas veces, estoy equivocado y lo que siento es solo miedo y ganas de abandonar. La renuncia en mi escritorio siempre está firmada, con el lugar de la fecha vacía.
Intento no pensar en lo viene, vivir este día a día. Cuesta, en ocasiones demasiados, y muchas veces es imposible dejar de hacerlo. Los errores del pasado y la proyección del futuro no es la mejor o al menos no lo es desde mis ojos. La muerte ajena, esta enfermedad, envejecer, mi lado del colchón, las sospechas de traición y engaño, son difíciles de dejar de lado y el lograrlo roza lo imposible.



Intento al menos tener un gran presente en mi trabajo, en el estudio y pelear con mi enfermedad. Son los logros de los que quisiera abrazarme y cada día, en la actualidad y en el futuro, son las pequeñas cosas que no quisiera perder. Al menos estas no, las otras las he aceptado desde la cabeza, aunque el corazón se resista. Quiero lograr que los sentimientos desencontrados no me arruinen esto, es una lucha constante que marcan mi línea desde hace mucho tiempo.
Intento frenar y no perder más de lo perdido hasta hoy.
Intento no tener miedo o al menos que no me paralice y me deje avanzar. El miedo viene acompañado del corazón apurado, la saliva que sube y baja acelerada, el pecho apretado que no permite llenar los pulmones, y sobre todo picazón en las piernas. Una vez leí que esta picazón es algo físico, ante la sensación de miedo el cuerpo manda más sangre a las piernas porque el instinto nos hace provoca el reflejo de correr y por eso se preparada para la huida.
Intento no correr.
Intento volar, pero no llevo alas.
Intento, ya era hora, fabricarlas.

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