Contramano
Como hincha de Sporting estoy cansado de perder finales. Desde los desempates de la dĆ©cada del 80 contra Olimpo, hasta la del domingo ante Liniers por el campeonato local de la Liga del Sur. Estoy cansado. QuizĆ”s deberĆa quedarme con el vaso medio lleno y pensar que el esfuerzo y el premio fue llegar hasta ese partido pero sin embargo lo que me sale es un: “Estoy arto de perder finales”. Me jode. Me jode mucho.
Me acuerdo una final que perdimos de visitante con HuracĆ”n de Tres Arroyos. Era noviembre de 1998 y en la Ćŗltima fecha de la zona tenĆamos que ganar para seguir con vida en aquel Argentino B. Perdimos 4-1.
Ese dĆa me fui a Tresa por las mĆas. Me habĆa “ofendido” porque la Pocha Moyano no me habĆa reservado el pasaje que le encargue para ir a Mar del Plata unas semanas antes entonces averigĆ¼e que colectivo me llevaba, me dibujaron un mapita de cĆ³mo llegar desde la terminal al estadio, y me fui por las mĆas. El partido era a las 21.30 y yo paseaba por la plaza de ese maldito pueblo desde las dos de la tarde.
Di mil vueltas hasta que se hizo la hora del partido y me fui a la cancha. DespuƩs de un primer tiempo parejo, en el segundo nos mataron. Hasta los primeros 40 minutos los aguantamos pero luego ya no.
Pasadas las once de la noche ya estaba en la terminal esperando el colectivo de regreso. Hoy puedo decir que en aquel lugar tuve mi primer gran encuentro con el desencuentro. Como no habĆa nada directo que me llevara entonces debĆa esperar que algĆŗn micro que llegaba de Buenos Aires tenga algĆŗn asiento libre. Los primeros diez no lo tenĆan, y a partir del once ya me dio fiaca ir a preguntar. Ese once, ese “El RĆ”pido” que las veces anteriores tenĆan choferes que me respondĆan “no, voy a Mar del Plata” era el que tendrĆa que haber tomado pero claro: No PreguntĆ©!. Lo vi llegar. EstacionĆ³ ocho plataformas mĆ”s lejos de mi lugar. Y lo vi partir. Al hacerlo escuchĆ© el altavoz que decĆa “Acaba de partir la unidad 235 con destino a la Ciudad de Punta Alta”…
AsĆ empezĆ³ una larga seria de desencuentros. Una larga lista de viajes a contramano. De esos que cuando vamos, vienen…. De esos que cuando vienen, vamos…
La noche tresarroyense siguiĆ³ y a eso de las cinco de la maƱana me subĆ en “El Centenario” que unĆa Retiro con el ChocĆ³n. Me dejĆ³ en BahĆa y al bajar tomĆ© la 319, creo que en esa Ć©poca aĆŗn era “La AcciĆ³n”, hasta Punta Alta. Cerca de las 10 de la maƱana del lunes se habĆa terminado aquella travesĆa que comenzĆ³ un domingo a dos de la tarde.
Ese fue el fin de un dĆa demasiado largo, pero el comienzo de un montĆ³n de idas y vueltas lleno de derrotas futboleras y de viajes a contramano. Mis inexpertos 19 aƱos creo que fueron demasiado poco como para darse cuenta lo que estaba pariendo. Nunca imaginĆ©, hasta hace unos minutos, que ese serĆa un largo camino que aun hoy, con casi 31 primaveras y casi 32 inviernos, aun deberĆa recorrer.
Desde aquel Noviembre del 98 odio las terminales. Desde entonces vivo a contramano de los lugares donde quiero ir. De las personas con las que quiero estar. Discuto en silencio con los choferes que no me dejan asientos libres. Tengo esa extraƱa relaciĆ³n con los colectivos que me llevan a donde no quiero ir; y con los que me dejan parado a mitad de la banquina cuando lo que mĆ”s querĆa era viajar aunque mas no sea trepado del estribo.
De eso estoy hecho. De terminales, despedidas, plazas y viajes a contramano. QuizĆ”s por eso, por esas bases, logre formar en mi una especia de callo plantal. Esa piel dura en el medio del talĆ³n con el cual no sentimos nada al pisar descalzos. Ni siquiera me duelen esas piedritas de playa. O quizĆ”s sĆ, quizĆ”s soy como un galĆ”n que le duele todo pero como hay gente no quiere dar el brazo a torcer. QuizĆ”s esos caracolitos con forma de cuchara se clavan en mi talĆ³n y me duelen. QuizĆ”s tengo hasta sangre pero prefiero no mirar y seguir caminando. QuizĆ”s llegue al mar y el agua con sal haga lo suyo y cure lo que tenga que curar. Y hasta quizĆ”s descubra lo lindo de las duchas en casa, sin arena que queme, sin piedritas que molesten, y sin sol que ciegue.
Estoy cansado de perder… finales y todo lo demĆ”s. Aun que con el fĆŗtbol se me va la infancia y ese sentimiento de hincha, pero con “todo lo demĆ”s” se me va la vida. Eran mucho mĆ”s amables esos choferes que me decĆan que no habĆa lugar. Prefiero a esos con cara de otarios que disfrutan con cada “no” a estos que me dejan parado en la ruta y en sus asientos llevan parte de ese corazĆ³n que cada tanto, muy cada tanto, dejo de propina en alguna que otra mesa de luz ajena.
Me acuerdo una final que perdimos de visitante con HuracĆ”n de Tres Arroyos. Era noviembre de 1998 y en la Ćŗltima fecha de la zona tenĆamos que ganar para seguir con vida en aquel Argentino B. Perdimos 4-1.
Ese dĆa me fui a Tresa por las mĆas. Me habĆa “ofendido” porque la Pocha Moyano no me habĆa reservado el pasaje que le encargue para ir a Mar del Plata unas semanas antes entonces averigĆ¼e que colectivo me llevaba, me dibujaron un mapita de cĆ³mo llegar desde la terminal al estadio, y me fui por las mĆas. El partido era a las 21.30 y yo paseaba por la plaza de ese maldito pueblo desde las dos de la tarde.
Di mil vueltas hasta que se hizo la hora del partido y me fui a la cancha. DespuƩs de un primer tiempo parejo, en el segundo nos mataron. Hasta los primeros 40 minutos los aguantamos pero luego ya no.
Pasadas las once de la noche ya estaba en la terminal esperando el colectivo de regreso. Hoy puedo decir que en aquel lugar tuve mi primer gran encuentro con el desencuentro. Como no habĆa nada directo que me llevara entonces debĆa esperar que algĆŗn micro que llegaba de Buenos Aires tenga algĆŗn asiento libre. Los primeros diez no lo tenĆan, y a partir del once ya me dio fiaca ir a preguntar. Ese once, ese “El RĆ”pido” que las veces anteriores tenĆan choferes que me respondĆan “no, voy a Mar del Plata” era el que tendrĆa que haber tomado pero claro: No PreguntĆ©!. Lo vi llegar. EstacionĆ³ ocho plataformas mĆ”s lejos de mi lugar. Y lo vi partir. Al hacerlo escuchĆ© el altavoz que decĆa “Acaba de partir la unidad 235 con destino a la Ciudad de Punta Alta”…
AsĆ empezĆ³ una larga seria de desencuentros. Una larga lista de viajes a contramano. De esos que cuando vamos, vienen…. De esos que cuando vienen, vamos…
La noche tresarroyense siguiĆ³ y a eso de las cinco de la maƱana me subĆ en “El Centenario” que unĆa Retiro con el ChocĆ³n. Me dejĆ³ en BahĆa y al bajar tomĆ© la 319, creo que en esa Ć©poca aĆŗn era “La AcciĆ³n”, hasta Punta Alta. Cerca de las 10 de la maƱana del lunes se habĆa terminado aquella travesĆa que comenzĆ³ un domingo a dos de la tarde.
Ese fue el fin de un dĆa demasiado largo, pero el comienzo de un montĆ³n de idas y vueltas lleno de derrotas futboleras y de viajes a contramano. Mis inexpertos 19 aƱos creo que fueron demasiado poco como para darse cuenta lo que estaba pariendo. Nunca imaginĆ©, hasta hace unos minutos, que ese serĆa un largo camino que aun hoy, con casi 31 primaveras y casi 32 inviernos, aun deberĆa recorrer.
Desde aquel Noviembre del 98 odio las terminales. Desde entonces vivo a contramano de los lugares donde quiero ir. De las personas con las que quiero estar. Discuto en silencio con los choferes que no me dejan asientos libres. Tengo esa extraƱa relaciĆ³n con los colectivos que me llevan a donde no quiero ir; y con los que me dejan parado a mitad de la banquina cuando lo que mĆ”s querĆa era viajar aunque mas no sea trepado del estribo.
De eso estoy hecho. De terminales, despedidas, plazas y viajes a contramano. QuizĆ”s por eso, por esas bases, logre formar en mi una especia de callo plantal. Esa piel dura en el medio del talĆ³n con el cual no sentimos nada al pisar descalzos. Ni siquiera me duelen esas piedritas de playa. O quizĆ”s sĆ, quizĆ”s soy como un galĆ”n que le duele todo pero como hay gente no quiere dar el brazo a torcer. QuizĆ”s esos caracolitos con forma de cuchara se clavan en mi talĆ³n y me duelen. QuizĆ”s tengo hasta sangre pero prefiero no mirar y seguir caminando. QuizĆ”s llegue al mar y el agua con sal haga lo suyo y cure lo que tenga que curar. Y hasta quizĆ”s descubra lo lindo de las duchas en casa, sin arena que queme, sin piedritas que molesten, y sin sol que ciegue.
Estoy cansado de perder… finales y todo lo demĆ”s. Aun que con el fĆŗtbol se me va la infancia y ese sentimiento de hincha, pero con “todo lo demĆ”s” se me va la vida. Eran mucho mĆ”s amables esos choferes que me decĆan que no habĆa lugar. Prefiero a esos con cara de otarios que disfrutan con cada “no” a estos que me dejan parado en la ruta y en sus asientos llevan parte de ese corazĆ³n que cada tanto, muy cada tanto, dejo de propina en alguna que otra mesa de luz ajena.
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