Veo, Veo...
- Veo, Veo.
- ¿QuĆ© ves?
En un lapso de una hora pasaron delante de mĆ mĆ”s de mil personas. Todas acompaƱadas y todas solas. Todas alegres y todas tristes. Todas diferentes y todas iguales.
Y ante tanta variedad, y tanta igualdad, no pude evitar encontrarme identificado. Aunque muchas veces la sensaciĆ³n es ser siempre esa pata impar que hace bailar la mesa. Esa que ni con un viejo cartĆ³n o papel de diario prolijamente cortado podemos lograr que quede firme. Esa pata impar Ćŗnica e irrepetible. La del molde roto. La que no tiene otra igual. Esa del “no habrĆ” ninguna igual, no habrĆ” ninguna”.
Una tarde mĆ”s, de un domingo mĆ”s de enero, en la rambla frente al Hotel Provincial. Me sentĆ©, dejĆ© mis pies colgando y golpeĆ© mis talones en el improvisado asiento. Los chocaba y rebotaban una y otra vez. Como algo que se nos acerca mucho a nosotros y rebota al querer entrar, como algo que por alguna escondida y rebuscada razĆ³n no queremos dejar pasar. Aunque las ganas, la proyecciĆ³n y el deseo nos diga que debemos dejarlo hacer, la respuesta es siempre no. No dejamos que el final de la historia termine en un simple, tradicional, y cursi: “y comieron perdices”.
- Veo, Veo
- ¿QuĆ© ves?
- Una cosa
- ¿QuĆ© cosa?
- Maravillosa
- ¿Maravillosa?
- ¿QuĆ© ves?
En un lapso de una hora pasaron delante de mĆ mĆ”s de mil personas. Todas acompaƱadas y todas solas. Todas alegres y todas tristes. Todas diferentes y todas iguales.
Y ante tanta variedad, y tanta igualdad, no pude evitar encontrarme identificado. Aunque muchas veces la sensaciĆ³n es ser siempre esa pata impar que hace bailar la mesa. Esa que ni con un viejo cartĆ³n o papel de diario prolijamente cortado podemos lograr que quede firme. Esa pata impar Ćŗnica e irrepetible. La del molde roto. La que no tiene otra igual. Esa del “no habrĆ” ninguna igual, no habrĆ” ninguna”.
Una tarde mĆ”s, de un domingo mĆ”s de enero, en la rambla frente al Hotel Provincial. Me sentĆ©, dejĆ© mis pies colgando y golpeĆ© mis talones en el improvisado asiento. Los chocaba y rebotaban una y otra vez. Como algo que se nos acerca mucho a nosotros y rebota al querer entrar, como algo que por alguna escondida y rebuscada razĆ³n no queremos dejar pasar. Aunque las ganas, la proyecciĆ³n y el deseo nos diga que debemos dejarlo hacer, la respuesta es siempre no. No dejamos que el final de la historia termine en un simple, tradicional, y cursi: “y comieron perdices”.
- Veo, Veo
- ¿QuĆ© ves?
- Una cosa
- ¿QuĆ© cosa?
- Maravillosa
- ¿Maravillosa?
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